"Yo no pretendo enseñarte lo que es el mundo me falta también, pero vale la pena disfrutar cada día con mas Flow. Di lo que sientas, has lo que piensas, da lo que tengas y no te arrepientas. Serás del tamaño de tus pensamientos, no te permitas fracasar y sino llega lo que esperabas no te conformes jamás te detengas... No te límites por lo que digan, sé lo que quieras, pero sé tu mismo, y ante todas las cosas nunca te olvides de Dios".

martes, 27 de septiembre de 2011

Entender a nuestros padres

Demián Bucay      
Jorge Bucay
Recuerdo que de niño, se había instalado entre mi padre y yo una especie de costumbre, casi diría de ritual. Cada vez que yo, en el transcurso de una lectura, hallaba una palabra que no conocía, acudía a él- a nadie más- y le preguntaba, por ejemplo – papá, ¿qué significa pagoda? O bien: - papá, ¿qué quiere decir abolir? O quizás: - Pa, ¿qué es algo dantesco?
Y mi padre me respondía: “Una pagoda es una construcción de estilo chino”, “Abolir quiere decir que una ley deja de tener afecto”, Dantesco viene de un poeta italiano, Dante Alighieri; es algo exagerado, grotesco…” Siempre tenía una respuesta y procuraba poner la explicación en términos que yo entendiera. No podría asegurarlo, pero mi sensación es que esas charlas se mantuvieron durante años. Hasta que un día sucedió algo que yo nunca había imaginado posible. Un día me acerqué a mi padre y le pregunté, digamos (ya no recuerdo la palabra exacta): - Papá, ¿qué es una falúa? Y mi padre me respondió: - No lo sé, hijo. Aun recuerdo la impresión que me causó esa respuesta. Al principio desconfié y pensé que seguramente era algún truco de mi padre.- ¿Cómo que no lo sabes?-Dije. – No lo sé, Demi- repitió él-.Podemos buscarla en el diccionario.
Pero no había truco. Existía una palabra que mi padre desconocía. Aquello era inaudito. Yo había creído hasta aquel momento que mi padre conocía todas las palabras.
No es que entonces dejase de preguntarle. Durante algún tiempo aún supo contestarme la mayoría de las veces, pero una ilusión se había roto. Las cosas siguieron avanzando e inexorablemente llegó un punto en el que, si una palabra era suficientemente rara como para que yo – que leía bastante- no la conociese, mi padre tampoco la conociera. Lo impensable había sucedido: Había “alcanzado” a mi padre. No es que yo pensara que lo había alcanzado en todos los sentidos, pero tampoco me pasaba desapercibido que, si había sucedido en ese pequeño aspecto, era posible que sucediese en otros. La sensación lejos de ser orgullo, fue más bien de vértigo y hasta de cierta angustia: Ya no podía contar con él para que solucionase mis problemas. No tenía todas las respuestas, no sabría siempre qué decirme, había un punto en el que yo estaba irremediablemente solo. Y si esto fuera poco, se sumaba un genuino dolor: Nuestro pequeño ritual, que  a mi tanto me gustaba, se había terminado. Ya no tenía sentido.
Seguramente entonces no fui consciente de cómo me afecto, pero ahora sé que solo pude enfadarme con mi padre. Enfadarme con su falibilidad, porque no era ese ser todopoderoso que yo creía que era y también porque, de algún modo, le acusaba de habérmelo hecho creer:” Tú me dijiste que sabias todas las palabras. ¿Cómo te atreves a decirme ahora que no sabes? Tienes que saber. Tú me lo prometiste”. Pero él no  lo había dicho, él no me había prometido nada y, sin embargo, ¿Cómo podía yo creer otra cosa? ¿No había respondido  a todas mis preguntas hasta aquel momento? Entonces, ¿qué podía haber hecho mi padre para evitar engrandecerse en mi mirada? ¿Hacer ver que no sabía lo que sí sabía realmente? Eso habría equivalido a desampararme. No hubiese sido mejor. Creo más bien que, si los padres son medianamente presentes y nutritivos, un niño no puede dejar de verlos como seres infalibles.

De niños necesitamos tanto a los padres, somos tan dependientes de ellos, que es imposible, si cumplen con su función, no idealizarlos. Una recopilación de historias verídicas escritas por ciudadanos norteamericanos a partir de la propuesta de Paul Auster da cuenta de esto: El libro: El libro se titula Cría que mi padre era Dios (Anagrama). Así como es inevitable esta idealización, también lo es que en algún momento el encantamiento se rompa, que veamos a los padres como son verdaderamente y nos decepcionemos. Esta decepción, aunque dolorosa, también es sana porque nos permite comenzar a darnos cuenta de que ellos, además de nuestros padres, son otras muchas cosas. Y son, sobre todo, personas y, como tales falibles y limitadas. He dicho que es inevitable decepcionarse de los padres. Me corrijo: Solo es inevitable si queremos vivir sanamente. A veces, el dolor, la perdida de la seguridad o un sentimiento de lealtad hacia nuestros padres generado por todo lo que nos han dado puede impedirnos abandonar la imagen de ellos como personas intachables. Cuando esto sucede, el resultado suele ser bastante perjudicial para el bienestar emocional: Si yo creo que mis padres lo sabían y podían todo, cada vez que me encuentre con una carencia en mi educación, un habito que no me sirve o un mandato nocivo, concluiré que mis padres pudieron haber hecho otra cosa y no la hicieron. Me diré:” No quisieron hacerlo mejor” o “No quisieron lo mejor para mí”. Y esto en ocasiones conduce a pensar: “Entonces es que no me querían lo suficiente”. Y esta conclusión, a su vez, es muy diferente a pensar:” Lo hicieron lo mejor que pudieron” o “Quisieron, lo intentaron pero con alguna cosas no pudieron”.
La pena que puede generarnos concebir a nuestros padres de este modo nos protege de un mal mucho mayor, que es el resentimiento hacia ellos. Se dice que no sirve de nada culpar a los padres; es cierto, pero esto no significa  que ignoremos sus limitaciones. Como hijos, nuestra tarea será identificarlas para poder decidir qué queremos hacer con ello. Para quienes se hayan convertido en padres, el desafío será sostener que sus hijos se decepcionen de ustedes. Deberán recordar que esto es lo mejor, pues hablará  de que hemos hecho un buen trabajo, de que, como dijo Oscar Wilde:  Los niños comienzan por amar a los padres; después los juzgan, y algunas veces hasta los perdonan”.
Bucay, D. 2011.Mente Sana; Entender a nuestros padres. 74 ed. Barcelona  




lunes, 19 de septiembre de 2011

Un cambio positivo en la conciencia

¿Qué pasa con el ego? ¿Por qué habría que desmontarlo? ¿Si no tengo ego, quién soy? Soy lo que pienso, mis ideales, mi imagen física. Soy la conciencia que observa a los pensamientos, al ego. Somos algo que está más allá de nuestra mente limitada. Somos el ser. La decisión de hacer que el momento presente sea tu amigo representa el final del ego, que nunca podrá estar en sintonía con el presente, es decir en sintonía con la vida. Observamos que casi todos nuestros pensamientos se refieren al pasado o al futuro, y nuestro “sentido del yo” depende del ayer, para nuestra identidad, y del mañana, para nuestra realización. Para el ego, el momento presente es, en el mejor de los casos, un medio para conseguir un fin, y casi siempre representa un obstáculo que nos impide llegar a conseguir lo que realmente queremos.
El nuevo mundo
Las cosas, los cuerpos y los egos, lo que nos sucede, lo que pensamos, sentimos, los deseos, las ambiciones, los miedos… Llegan a nuestras vidas fingiendo ser importantísimos y, antes de que nos demos cuenta, se han ido. ¿Fueron reales en algún momento? Como dice Tolle: “Nuestro propósito ahora es despertar del sueño. Cuando estas despierto dentro del sueño, el drama terrenal creado por el ego llega a su fin y surge un sueño más benigno y maravilloso. Esto es el nuevo mundo.”  

El espacio interior
No resistirse, no juzgar y desapegarse son los tres aspectos de la verdadera realidad, que dan paso al espacio interior. Cuando dejamos de estar completamente identificados con las formas, la conciencia (lo que somos) queda liberada de su aprisionamiento en la forma. Esta liberación es la aparición del  espacio interior. Llega como una quietud, una sutil paz en lo más profundo de ti, incluso ante algo aparentemente malo. De pronto, hay espacio alrededor del dolor. Y sobre todo hay espacio entre nuestros pensamientos. “Y de ese espacio emana una paz que no es de este mundo”, escribe Tolle, “porque este mundo es forma y la paz es espacio. Esta es la paz de Dios”. Cuando vemos y aceptamos la transitoriedad de todas las cosas y la inevitabilidad del cambio, podemos disfrutar de los placeres del mundo mientras duren, sin miedo a perderlos y sin angustia.
La realización espiritual
Cuando oímos hablar del espacio interior puede que empecemos a buscarlo, pero como lo estamos buscando como si fuera un objeto o una experiencia, no lo vamos a encontrar. Este es el problema de los que buscan la realización espiritual o la iluminación. Por eso Jesús dijo:”El reino de Dios no llegará con señales visibles, ni podrá decirse ‘helo aquí o allí’, porque está dentro de vosotros”. Puede que en tu vida ya esté surgiendo esporádicamente el espacio entre pensamientos y es posible que ni siquiera lo sepas. A veces ocurre que, cuando intentamos ser conscientes de nosotros mismos, nos convertimos en un objeto, en una forma de pensamiento. Y de lo que somos conscientes es de una forma de pensamiento, no de nosotros mismos. ¿Te parece un lío? Respondamos a tus dudas…  
¿Cómo sé que estoy en el espacio interior?
Si no te pasas toda la vida descontento, preocupado, ansioso, deprimido, desesperado, o consumido por otros estados negativos. Si eres capaz de disfrutar de cosas simples como escuchar el sonido de la lluvia o el viento. Si puedes estar a solas en ocasiones sin sentirte solo, ni necesitar el estimulo mental de una diversión. Si puedes tratar a un completo desconocido con amabilidad sincera sin desear nada de él.
Hay una sensación de bienestar, de paz, aunque pueda ser sutil, que puede ir desde una sensación de contento que apena se nota, hasta lo que los antiguos sabios de la India llamaban ananda, la felicidad del Ser.
¿Por qué son las cosas mínimas las que aportan mayor felicidad?
Porque la verdadera felicidad no está causada por el objeto o el suceso, aunque esto sea lo que parece a primera vista. La forma de las cosas pequeñas deja sitio para el espacio interior, y es de aquí de donde emana la verdadera felicidad del Ser.
¿Es importante la meditación?
Para ser consciente de las cosas pequeñas y silenciosas, tienes que estar callado por dentro. Se requiere un alto grado de alerta, de silencio interior, de meditación.
¿Hay alguna otra forma de encontrar el espacio interior?
Se consciente de que eres consciente. Di o piensa: “Soy”, sin añadir nada. Sé consciente de la quietud que sigue al “Soy”. Siente tu presencia, el ser desnudo, sin velos ni vestiduras. No abuses de la televisión. El alcohol o las drogas, ya que te llevan a la inconsciencia. Ríete; la risa es extraordinariamente liberadora y curativa.

  Adicciones compulsivas
Si tienes una pauta de conducta compulsiva como fumar, comer en exceso, beber, ver la televisión…, cuando notes que surge en ti la necesidad, párate y haz tres respiraciones conscientes. Después, durante unos minutos, sé consciente de la “urgencia compulsiva”. Haz unas respiraciones conscientes más; después puede desaparecer la compulsión.
Tu cuerpo es el ancla
Siempre que te sea posible utiliza la conciencia del cuerpo interior para crear espacio. Cuando estés esperando algo, escuchando a alguien o haciendo una parada en el día, siente al mismo tiempo la vida interior. Para ello recorre tu cuerpo mentalmente reconociendo las sensaciones físicas que percibes, sin juzgarlas o intentar cambiarlas. Siente la vida dentro de tu cuerpo como un hormigueo, una energía que fluye dentro de ti.
Deja que tu ego adelgace más y más
El ego está siempre en guardia contra cualquier cosa que perciba que puede disminuirlo. Cuando nos culpan o nos critican, necesitamos, como dice Echkart, “restaurar la forma mental del yo”. Y justificamos, defendemos o culpamos a los demás. Si el otro tiene o no razón, al ego le da igual con tal de auto-preservarse.

Práctica espiritual muy potente
Consiste en permitir la disminución de tu ego sin intentar restaurarlo. Por ejemplo, cuando alguien te critica, te culpa de algo o te insulta, en vez de contraatacar inmediatamente o defenderte, no hagas nada. Deja que la imagen del “Yo” se vea disminuida y ponte alerta a lo que ocurre muy dentro de ti. Durante unos segundos puede que te sientas incomodo, como si hubieras encogido. Después sentirás un espacio interior que está intensamente vivo. No has  quedado disminuido en absoluto, sino que en realidad te has expandido. Y te das cuenta que, al hacerte “menos”, te haces más. Cuando dejas de defenderte, te libras de la identificación con la imagen mental del “Yo” y dejas sitio para que surja el Ser.
A través de una forma aparentemente debilitada, puede brillar un autentico poder, que es lo que eres más allá de la apariencia. A esto se refería Jesús cuando decía: “Niégate a ti mismo” o “pon la otra mejilla”. Abstente de intentar reforzar el ego exhibiéndote, queriendo destacar, ser especial, causar impresión o exigir atención. Para ello, abstente de expresar tu opinión cuando el mundo expresa la suya y observa. ¿Qué sientes? Esto no significa que seamos victimas de gente inconsciente que nos maltrate, ya que también podemos decir “no” a alguien con firmeza y claridad, pero libres de toda negatividad. Dice Toller que si te conformas con no ser nadie en particular, con no destacar, sintonizas con el poder del universo. Y lo que al ego le parece debilidad, es en realidad la única fuerza verdadera. Esta verdad espiritual es diametralmente opuesta a los valores de nuestra cultura. En lugar de ser una montaña – enseña el antiguo Tao Te Ching- “sé el valle del universo”. De este modo se restaurará tu totalidad “y todo vendrá a ti”.





martes, 13 de septiembre de 2011

Porqué nos cuesta reconocer a los demás

El reconocimiento es poderoso: Energiza tanto al que lo expresa como al que lo recibe. Nos completa: Hay cosas que no sabemos de nosotros mismos, a menos que alguien nos lo diga. El reconocimiento nos equilibra, dado que estamos acostumbrados a centrarnos en lo malo, lo bueno lo damos por sentado. Un  buen reconocimiento es un gesto de gratitud muy valorado. Como dijo Gertrude Stein, a nadie le sirve de mucho la gratitud silenciosa. Sin embargo, no solemos reconocernos a nosotros mismos. Desde que empezamos a formar parte del sistema educativo, hay un énfasis mucho mayor en destacar los errores que los aciertos. ¿Será por eso que también nos cuesta reconocer a los demás?...
 Unos años atrás el editor jefe de la revista Fortune  se solazaba en decir que jamás había que reconocer a nadie. Cuando le preguntaron por qué no, contestó:” La gente que es buena sabe que es buena. No necesitan escucharlo”. Sin embargo, en el libro The Carrot Principle, los consultores Adrian Gostick y Chester Elton explican que la gente trabaja con mucho más entusiasmo si tienen un jefe apreciativo.
El estudio se realizó a una muestra de 200.000 ejecutivos durante un periodo de 10 años, y se encontró con que las empresas que fomentan la cultura del reconocimiento y el agradecimiento tienen ganancias muy superiores a las que no lo practican. Evidentemente, las personas sí necesitan escucharlo.
La gratitud, cuando es sincera y no un mero disfraz social, nos reporta muchas satisfacciones: mejora nuestras relaciones personales, nos ayuda a sentirnos conectados con todo lo que nos rodea y a ser más alegres y humildes. Como dice una cita del filósofo chino Lao Tse: “El agradecimiento es la memoria del corazón”. Más aún: los estudios psicológicos han demostrado que las personas agradecidas son menos egoístas, negativas y arrogantes, ya que son conscientes de que forman parte de un entramado social en el que todo el mundo pone su granito de arena. Por eso, quizá sea en el terreno laboral donde más beneficios cosechamos al ser agradecidos. Una persona que agradece sinceramente los esfuerzos y el trabajo de sus compañeros o subordinados hace que los demás se sientan valorados y quieran colaborar con ella, porque demuestra que sabe trabajar en equipo y que no se siente superior ni inferior a los que la rodean.  Entonces… ¿Por qué no reconocemos como corresponde a los demás?   
Porque no nos reconocemos a nosotros mismos. Una de las mayores necesidades del ser humano es la de autoreconocimiento, si no lo tenemos, se convierte en uno de los grandes obstáculos para sentirnos merecedores de alcanzar nuestras metas. Y, por supuesto, puede afectar el modo en que reconocemos a los demás. Por la creencia errónea de que, si reconocemos a las personas, van a vanagloriarse. “Si le digo todo lo bueno que es, me va a pedir un aumento de sueldo”.
Por no saber cómo hacerlo. A veces se piensa que es algo muy complicado o que puede llevar mucho tiempo, y entonces, bajo ese pretexto, no lo hacen. Sin embargo puede marcar una enorme  diferencia una breve nota manuscrita que simplemente diga: “Felicitaciones por tu desempeño en la reunión que mantuviste con el cliente”, o una llamada telefónica a una amiga para decirle: “Gracias por invitarnos a comer anoche, la comida fue exquisita y nos hiciste pasar un momento muy agradable”.
Por no darle la importancia que se merece, creer que no es algo muy necesario y que, de todas maneras, la otra persona ya lo sabe.
Claves del reconocimiento efectivo
Hay quienes, aún con buena intención, no logran que su reconocimiento sea efectivo. Un “gracias por todo” o “buen trabajo” puede no ser suficiente. Para que el reconocimiento tenga efecto, debe cumplir determinados requisitos:
Tiene que ser merecido, es decir, verdadero; ni inventado ni exagerado; ni para quedar bien, ni para manipular.   

  Tiene que ser inmediato, lo más cercano posible al hecho que lo motiva, y centrado en la acción, en lo que la persona hizo:”Este informe es una maravilla” en lugar de “Tu eres una maravilla”.
Individual. Aunque sea un trabajo en equipo, es importante hablarle a cada una de las personas, llamadas por su nombre.  

Específico, que describa qué es lo que motiva el reconocimiento; se debe señalar hechos, conductas o actividades puntuales.
Sostenido: No basta con hacerlo una vez al año, sino todas las veces que sean posibles.
Espontaneo: Expresar la admiración con la mayor naturalidad, sin miedo, sin vergüenza, con emoción. “Lo que hiciste significo mucho para mí”.

                   

jueves, 1 de septiembre de 2011

Preocúpate por despreocuparte

Quizá no te has dado cuenta pero gastas una gran cantidad de energía cuando te preocupas por algo. Una energía que necesitas para contrarrestar esa preocupación y ponerte en marcha.

Es una forma de quejarse
Todos nos preocupamos a veces. Algunos además se quejan, pero ambas cosas pueden llegar a ser una actitud enfermiza. Preocuparte es una forma de queja también, porque mientras te preocupas, estas diciéndole al mundo y a ti mismo que no puedes hacer nada, salvo sufrir tensión y nervios. Te lamentas, al fin y al cabo, de tu situación. Por lo tanto, la preocupación exagerada y reiterativa no es real, sino que es la forma equivocada que algunas personas tienen de ver su vida y el mundo debido a los pensamientos alarmistas. La exageración en las preocupaciones la ponen ellas como medio de autoprotección ante cualquier cosa que huela a peligro. Estas personas ni siquiera se plantean la posibilidad de luchar por algo que desean, pues su excesiva preocupación les crea un temor muy difícil de superar.
Lleva a cometer equivocaciones
María teme suspender el examen. Se ha estado preparando para ello durante meses. Ha estudiado muchísimo pero la noche antes no puede dormir porque le preocupa suspender. Se da cuenta de que tiene el 50 por ciento de posibilidades de aprobar, pero esto no le consuela porque la otra mitad hace que sea posible que suspenda. Indudablemente, María no está pensando bien. Está confusa y por eso se equivoca también al imaginar el resultado. No tiene la mitad de probabilidades de aprobar  sino casi el 90 por ciento, pues ha estudiado mucho, pero en estos momentos su preocupación hace que se olvide de lo que se ha ocupado de hacer por adelantado mientras se preparaba para su examen. El miedo que le causa la preocupación, provoca que su mente genere pensamientos negativos de fracaso.
Cuidado con los planes
Cuando planeamos algo, es lógico que nos pongamos a prever los obstáculos con los que podemos encontrarnos. Para ello usamos la imaginación y recreamos las distintas posibilidades que pueden darse. Pero lo difícil está en distinguir que solo estamos imaginando posibilidades, para no confundirlas con realidades. En la medida que te anticipes a los obstáculos que puedes encontrar en el camino, puedes imaginar los pasos necesarios para resolverlos y las herramientas que crees que vas a necesitar. Así consigues que tu esfuerzo sea completamente eficaz y realmente útil. Para lograrlo ten siempre en cuenta la diferencia que existe entre prever y preocuparse. Es importante que sepas  que no siempre sale todo como lo has planeado. Alejandro Magno decía que uno de los secretos de éxito en la batalla era, además de planearla con una buena estrategia, saber que debía cambiarla incluso en el último momento, si lo veía necesario. Recuerda siempre que los planes los haces tú.
                     

Párate y mira con distancia
Preocuparse ante una situación difícil es una respuesta que no sirve de mucho, salvo para empeorar las cosas. Provoca un estrés que te debilita y un desgaste de energía. Además, acaba con tu ánimo y tu autoestima, haciendo que te sientas incapaz de encontrar una solución. Cuando te preocupas, es porque piensas solo en el problema. Pero para solucionarlo, tienes que distanciarte de él. Pararte, respirar, mirar con distancia, y abstraerte del problema es la mejor manera de recuperar las fuerzas, para dar con la solución. “No  podemos solucionar los problemas con el mismo razonamiento que usamos al crearlos” (Albert Einstein). Sin embargo, ¿cómo dejar de preocuparse? , ocupándote de despreocuparte.
¡Ocúpate!
Ocuparse es, al contrario que preocuparse, un proceso que te llevará directamente a dar con la solución a tu problema. Para empezar, tendrás que admitir que el problema existe. Esto es algo que a veces también cuesta, pues parece que si lo admitimos es cuando lo creamos pero en realidad, es precisamente lo contrario. Admitir que el problema existe es el primer paso para hacerlo desaparecer. Después, sé consciente de que ocuparte de ello es un proceso constructivo en el que tú mismo empiezas a convertirte en parte de la solución. Esto ocurre  cuando dejas de pensar en el temor para ocuparte de buscar una solución práctica. Por eso frena tus pensamientos y tus miedos, tus dudas y esa comezón que te corroe, y empieza a moverte hacia la construcción de un puente que te sirva para cruzar al otro lado.
¡Muévete!  
Hay un cuento que ilustra muy bien de lo poco que sirve que te preocupes. Había una vez dos ranitas que cayeron en un recipiente con nata. Empezaron a nadar y a patalear pero esto hizo que se hundieran más, hasta quedar sin fuerzas. Desesperada, una de ellas dijo: ¡No puedo más! ¡Es imposible salir de aquí! ¡Nunca lo conseguiremos! La otra más optimista y con ganas de sobrevivir, le contestó: ¡No te rindas! Solo nada despacio. Pero su amiga se negó: ¿Por qué voy a esforzarme si igual voy a morir? Dejó de patalear y se hundió en el líquido espeso. La otra, más persistente y positiva, decidió luchar hasta el final, ocupándose en hacer lo que estuviera en su mano. Siguió chapoteando sobre la nata durante dos horas, hasta que de tanto patalear, convirtió la nata en mantequilla. Sorprendida dio un salto hasta el borde del recipiente y se marchó a casa. A veces cuesta ver la solución a los problemas, pero si te ocupas haciendo lo que está en tu mano, la situación mejorará y hallarás la forma de salir a flote, como lo hizo la ranitacon su actitud  positiva.

Hallar el camino
Para ocuparte en vez de  preocuparte, empieza a tomar medidas constructivas que hagan la diferencia entre el problema y la solución.
Estudia el terreno: Ante una preocupación. Lo primero es observar con calma para poder ver el problema como realmente es. Analiza la situación intentando no dejarte llevar de la preocupación en este primer paso.
Descarta lo negativo: Encontraras obstáculos. No tengas en cuenta estos aspectos negativos. Siempre hay un camino y una puerta que abrir.
¿Qué puedes hacer?: Escribe o piensa en aquello que está en tus manos hacer. Ten en cuenta todas tus ideas porque te servirán en algún momento.
Distingue lo que no puedes hacer: No siempre todo está en ti ni en tu camino. Habrá cosas que no podrás hacer y que quizá le correspondan a otros. Tenlas en cuenta para ser consciente de que no todo depende de ti.
Planea: Un camino comienza con un paso. Dedícate a hacer un plan de acción. Planea el orden en el que debes actuar y empieza a hacerlo.
Intuye: Ayúdate de tu guía  interna. La preocupación oculta tu voz intuitiva pero, si te relajas, verás que sigue ahí, guiándote.
¿Qué síntomas tienes?: Los síntomas físicos y emocionales son signos que te marcan el camino. Si te sientes feliz con lo que estás haciendo, es una señal de que el resultado será positivo.
Escucha a los que te quieren: Pueden ser un apoyo muy útil para solucionar los problemas.
Hazlo a tu manera: Tú decides cómo y cuándo actuar.
Ponte en marcha: Solo te queda empezar a caminar. Cuando des el primer paso, todo será más sencillo. ¡Preocúpate por despreocuparte! 

domingo, 21 de agosto de 2011

Tres mentiras sobre la libertad

Tres grandes excusas a las que solemos recurrir para demostrar la falta de libertad, para presentarnos ante el mundo como víctimas en lugar de cómo protagonistas.
No somos libres porque estamos condicionados
A lo que Carlos Odriozola añade “condicionadisimos”. Piensa simplemente en las distintas consecuencias que puede traer el nacer en familias de distinto estatus económico o social, crecer en un barrio u otro, en un país u otro… Son circunstancias variables y que traerán al niño importantes consecuencias. ¿Esto significa que no tiene libertad? En absoluto. Lo que sí significa es que el abanico de elecciones va a ser distinto según las circunstancias que le rodeen. Cada persona ve a tener su propio campo de posibilidades. Los condicionamientos no terminan con la libertad, sólo la determinan.




No soy libre porque no puedo conseguir lo que me da la gana
Este es otro intento desesperado para eludir la libertad. La aberración es enorme cundo nos damos  cuenta del error que supone identificar la libertad con omnipotencia.
“Recuerdo un programa de televisión cuyo contenido tenía que ver con la libertad de enseñanza en España. Era una mesa redonda formada por representantes de los ministerios de educación, altos cargos de instituciones docentes y unos representantes sindicales. Después de una amplia presentación del tema y posterior debate, tomó el micrófono una espectadora y, ni corta ni perezosa, se expreso de la siguiente forma:” Esto es un teatro, una pantomima, yo voy a demostrarles en 10 segundos que en España no hay libertad de enseñanza. A mí me hubiera gustado que mis hijos se educaran y terminaran sus estudios en la Universidad de Oxford. Y bien, ¿dónde están estudiando? En Getafe… ¿De qué libertad me está hablando?”.
Aunque parezca mentira, aquello cayó como una bomba y, tras un ligero desconcierto, el coordinador decidió ir a publicidad y… Hasta hoy.

¿Qué estaba ocurriendo? Que la susodicha señora identificaba la libertad con el poder hacer o conseguir “lo que le diera la gana”. Te recuerdo que la libertad es la capacidad de elegir “dentro de mis posibilidades”, por eso no somos libres para poder volar, ni para desarrollar ramas como los arboles ni para desplazarnos a la velocidad de la luz”.
No hay libertad porque elegir implica consecuencias
Pues bien, que precisamente después vengan las consecuencias, es lo que explica nuestra capacidad de elegir. Elegimos en función de las consecuencias que acarrean nuestras decisiones: Antes de tomar una u otra opción, valoramos las consecuencias de cada elección y elegimos aquella que nos traiga las más favorables según nuestros intereses, valores y principios. Ante la libertad y por extensión ante la responsabilidad, no tenemos escapatoria. Así que ya sabes: Somos libres o … libres.




domingo, 14 de agosto de 2011

Todos podemos alcanzar nuestras metas

Cuántas veces dudamos de nosotros mismos y pensamos que no vamos a poder alcanzar nuestros objetivos, que nos resultará demasiado difícil? Solemos perder nuestra confianza por la imagen deslucida que tenemos de nosotros mismos, por experiencias dolorosas del pasado, por haber internalizado comentarios negativos de nuestros seres más significativos o por otras razones. Sin embargo, como se explica a lo largo del libro Confianza Total, la confianza es algo con lo que todos nacemos, es intrínseca a nuestra naturaleza, por lo tanto podemos recuperarla y así lo hacemos cada vez que atravesamos un reto. Creer en uno mismo es una elección y una Actitud de Vida que se traduce, entre otras cosas, en sepultar EL “No Puedo “. 


Podemos hacer mucho más de lo que nos imaginamos  
Aquel 15 de septiembre de 1987 es un día que permanecerá para siempre en su memoria. Fue elegido para cantar frente a Juan Pablo II: Eligió el tema Never be the same, acompañado por su guitarra. Los acordes de Tony no son simples melodías, son magia pura: Le salen del alma. Y la gran maravilla es que los produce con los dedos de los pies, ya que Tony no tiene brazos.
Cuando su madre estaba embarazada, tomó por indicación médica un medicamento Talidomina para calmar las nauseas, pero los efectos secundarios fueron devastadores, muy graves. Tony nació sin brazos.
Creció soportando las burlas de otros niños que se reían de él y luego le costó formar pareja, porque las mujeres no se sentían atraídas por él. Pero hubo algo muy inspirador en su vida: Observar como su padre tocaba la guitarra, lo que le despertó el deseo profundo de hacer lo mismo. El día que su padre lo invitó a hacer música con él, Tony no le dijo que no podía. Se sentó a su lado y empezó a tocar las cuerdas con los dedos de sus pies. ¡Y aprendió a interpretar todo lo que se propuso!    
Cada uno de sus actos son la prueba irrefutable de que se puede lograr aquello que uno desea fervientemente. Él afirma: “Cuando usted crea que algo que quiere hacer es imposible, mírese las manos, y piense que todo se puede”. Finalmente Tony se casó y formó una hermosa familia. Tiene dos hijas adoptadas y viaja por el mundo animando a otros a darse cuenta de que creer en uno mismo es, sobre todas las cosas, una Actitud de Vida.
No te auto limites
Nathaniel Branden nos habla de la importancia de la práctica de vivir con determinación, que es lo opuesto a vivir a la deriva. Cuando elegimos creer en nosotros, nos adueñamos de nuestra vida, y algo maravilloso sucede: Dejamos de vivir dependiendo de los demás o de las circunstancias, y empezamos a confiar en nosotros mismos. Afirman Verónica de Andrés y Florencia Andrés que durante la realización de la película que dió origen al libro Confianza Total, creer en ellas mismas fue la clave del éxito. El pensar que podían lograrlo, más allá de que al principio no sabían cómo hacerlo, fue la fuerza lo que les permitió realizar todos los aprendizajes que fueron necesarios. Tuvieron que estar atentas a que ninguna creencia limitante se interpusiera en la realización de su sueño.  El poder no está en saber hacer todo lo que nos proponemos, sino en tener la confianza que nos permitirá aprender a realizarlo.
Recordemos que, aun limitado por la pobreza, la soledad y hasta la enfermedad mental, Van Gogh pintó en menos de diez años 900 obras maestras que abrieron nuevos caminos en la historia del arte. Vivió la mayor parte de su vida alentado por el amor de su hermano Theo, que siempre se interesó en sus sueños. Cuando Theo le preguntó cómo hacía para pintar así, él le respondió: “Yo sueño mis cuadros y luego pinto mis sueños”.
La importancia de rodearse de buena compañía
Es fundamental elegir la compañía de las personas que nos acompañaran colaborando con nosotros o alentándonos. Rodearnos de personas motivadoras, que creen en nosotros, estimula la confianza. Dicen que terminamos convirtiéndonos en el reflejo de las cinco personas con las que pasamos más tiempo. Si nos rodeamos de personas desmotivadoras, hipercríticas o muy negativas. Es difícil mantener la confianza. “Aléjate de la gente que trata de empequeñecer tus ambiciones. La gente pequeña siempre hace eso, pero la gente realmente grande te hace sentir que tú también puedes ser grande”. Mark Twain


domingo, 7 de agosto de 2011

No hay peor intento que el que no se hace

El premio nobel de economía, John Forbes Nash, solía decir:”Con cada nuevo intento, me acerco más al éxito.” Esto es algo que saben las personas que han logrado sus objetivos con esfuerzo, trabajo y tiempo, invertidos en aquello que han decidido alcanzar. Lo que tú puedas ver ahora como un fracaso, en realidad es tan solo un intento. Y la intención tiene más valor y poder del que imaginas.   

   
¿Te asusta intentarlo?
Todos tenemos un dialogo interno que nos asalta cuando menos lo esperamos. Es una voz interior que nos recuerda que tenemos miedo o simplemente nos devuelve la sensación de decepción, de fracaso. Según el psiquiatra Wayne W. Dyer, esta voz interior es el ego, que habitualmente se centra en tus carencias; en las circunstancias negativas; en la duda; en el pasado; incluso en las opiniones ajenas.
Seguramente, cuando escuchas a tu ego, te sientes cansado y sin ánimo para continuar. Estás permitiendo que sea él quien dirija la situación, ejerciendo un control sobre ti. Sabemos que los pensamientos poseen frecuencia energética. Los negativos que proceden del ego, tienen esta frecuencia muy baja y lo que provocan son sensaciones físicas, psicológicas y emocionales que te debilitan energéticamente y, lo que es aún peor, te arrancan la ilusión de plano, restándote felicidad y empuje, provocando un miedo interior que te paraliza. Hay una frase anónima que dice: “No intentar algo por miedo al fracaso es como suicidarse por miedo a morir”.
Intenta coger un lápiz
En mis cursos de coaching para el éxito, suelo proponer un ejercicio a mis alumnos para que aprendan a valorar cada uno de sus intentos y la intención en general.
Les pido que “intenten coger un lápiz”, que he dejado previamente sobre la mesa. Casi todos lo hacen sin problema, pero se sorprenden cuando les explico que lo que han hecho ha sido “coger” el lápiz, pero en el ejercicio yo les pedía que “intentaran cogerlo”. Es curioso, pero casi nadie es  capaz de ver la diferencia y todos van por él. Esto es porque el hecho de coger un lápiz es algo bastante fácil que no requiere ningún esfuerzo. Pero cuando lo que queremos hacer es más complicado, requiere de nuestro trabajo continuo y de un esfuerzo mucho mayor que el habitual, es importante diferenciar el intento del logro, para así valorar cada uno según su justa medida. Intentar no significa siempre conseguir pero es igual de importante y necesario.    
                                                     Valora tus intentos 
Los obstáculos son oportunidades para poner en práctica tu propósito firme de lograr lo que deseas. Esto significa estar en paz contigo mismo y disfrutar de cada paso que das en el camino. Comprender que el intento tiene un valor real, es necesario para darte cuenta que continuar es la mejor forma de alcanzar tu objetivo.
Cuando un bebe empieza a andar, se cae mil veces hasta que se mantiene en pie y consigue dar sus primeros pasos. Sin  cada caída, sería imposible que aprendiera como levantarse de nuevo. Es la primera vez que utiliza esa pequeña parte de su cuerpo, nunca nadie le ha enseñado como hacerlo, y sin embargo, no se da por vencido. Se toma cada caída con tranquilidad, sin asustarse y sin rendirse. No conoce la decepción; es como si intuyera que es así como debe hacerlo. Lo mismo ocurre cada vez que tú intentas algo. Cada uno de tus intentos tiene gran valor y es así como debes tomarlos. No son fracasos, sino pasos sin los cuales sería imposible tu aprendizaje.

           
 Donde está la intención
Volvemos de nuevo con Wayne W. Dyer. En su libro el poder de la intención, el psiquiatra habla sobre lo que creen algunos autores, creadores y científicos sobre la intención. Los investigadores piensan que nuestra imaginación, creatividad e inteligencia, interactúan con nuestras intenciones, sin necesidad que sean pensamientos. Es como si toda la fuerza y la información que necesitamos cuando decidimos intentar hacer algo, se localizara en algún lugar al que podemos acudir cuando lo necesitamos. Efectivamente, durante siglos la religión nos ha hablado de esto, dándolo un gran valor al rezo y a la oración. La respuesta a “donde se encuentra físicamente la intención” no existe, porque en el universo todo lleva una intención intrínseca. Desde un elefante hasta una mariposa, pasando por una flor o una silla, todo tiene un propósito que, además está conectado y enlaza perfectamente con los demás seres humanos que les rodean.

La misión de la vida
Puede resultarte un poco abstracto el hecho de creer que todos tenemos una misión en la vida, incluido tú. Sin embargo, parece que hay más pruebas de ello a medida que  los investigadores van descubriendo los secretos de la vida. Existe lo que algunos científicos llaman “el tirón de futuro”, que está plasmado en el ADN  de cada uno de nosotros. Es una forma de decirlo, pero es como si tu intención hubiese sido decidida y grabada en ti, incluso antes de su nacimiento. En el momento de tu concepción, la intención es lo que dirige el proceso de crecimiento del feto, la estructura del cuerpo, los rasgos físicos, el desarrollo, incluso el envejecimiento, ya están dispuestos desde el momento mismo  de la concepción. Por eso, es fácil creer que si todo eso ha sido implantado desde el principio del proceso, ocurre lo mismo con lo que seremos al crecer y desarrollarnos. Es justo pensar que nuestra aportación a la vida viene dada también desde ese momento. Por supuesto que está en ti la decisión de cambiarla, y el libre albedrio se refiere a eso precisamente, pero todo esto muestra que tienes una misión que cumplir en este mundo y que es importante que la valores y la tengas en cuenta, hasta conseguir desarrollarla y dedicarte a ella durante el resto de tu vida. 

                                                       ¿Cuál es tu misión?
Es posible que te guste hacer muchas cosas distintas, pero seguramente sólo una de ellas la consideras como la principal. El hecho de que seas feliz haciéndolas, más que con ninguna otra cosa, no es una señal del todo convincente de que estás ante tu misión en la vida. Sin embargo, quizá sientes que no puedes dedicarte a ella. Habrás escuchado muchas veces cosas como que tienes que ganarte la vida, que el dinero no viene, haciendo lo que a uno le gusta y tienes que ser realista. Es curioso, pero las personas que hacen realidad  sus sueños son absolutamente realistas, seguramente más que las demás, pues creen en su realidad y no en una ajena o imaginada. Cada uno de nosotros tiene su propia realidad. Crea la tuya siguiendo tu propósito en la vida. Atrévete  a intentarlo.
 

miércoles, 3 de agosto de 2011

Enfrentarnos a la crisis

Hablar de felicidad en un momento de crisis como el actual puede llegar a parecer fuera de lugar. Sin embargo, nos recuerda la coach Mónica L. Esgueva, autora de Cuando seas feliz. “Crisis en chino se escribe con dos caracteres que significan peligro y oportunidad”.  Así, un periodo de crisis supone un punto de inflexión que nos obliga a salir de nuestra zona de confort, pero cuyo resultado, a  largo plazo, puede incluso llegar a suponer una mejora. “Siempre depende de la  ACTITUD. Ahora mismo, con la crisis económica, hay muchas personas que lo están viviendo muy mal y otras que lo están viendo como una oportunidad. No es que les parezca fácil, no es fácil para nadie, es duro, es difícil, no hay que negarlo, pero de ahí a decir que se te acaba todo, no”. 
                                                                                              
Aprender de las dificultades
“Toda experiencia negativa que hemos padecido en el pasado, todo sufrimiento, puede ser el elemento alquímico de la felicidad en el futuro”, escribe Alex Rovira en el prologo al último libro de la doctora en psicología Jenny Moix, felicidad flexible. Una idea que nos puede ayudar a la hora de atravesar un momento difícil, recordándonos que las dificultades nos obligan a sacar lo mejor de nosotros mismos y son una oportunidad para ganar en seguridad y recursos de cara al futuro.”Las dificultades, cuando las vives con afán de superación, te dan muchos recursos, y las personas que han vivido ya otras situaciones de dificultades y ha aprendido de ellas tienen más recursos que las que quizás han tenido una vida bastante fácil o una educación en la que les hemos sobreprotegido. Una idea que en felicidad flexible, expresa Jenny Moix, citando una impactante frase de Indira Gandhi: “es un privilegio haber vivido una vida difícil”. Y es que, por mucho que nos duela, las dificultades forman parte de la vida, y sobreponernos a ellas acelera nuestro crecimiento personal, acrecentando nuestra autoconfianza, al demostrarnos a nosotros  mismos que tenemos más recursos de lo que creíamos y ayudándonos a ser más empáticos con los demás. Como escribe Jenny Moix:” Los humanos somos más fuertes y menos vulnerables de lo que pensamos”. De hecho, nos dice la  autora, la resiliencia, o lo que es lo mismo, la capacidad de sobreponerse, e incluso salir fortalecidos de las circunstancias adversas, no es una cualidad propia de seres excepcionales, sino que, al contrario, es común a la mayoría de seres humanos. 

Pero por supuesto, atravesar una crisis no es fácil para nadie, y habrá, siempre los hay, momentos de desánimo. Pero cuando estos lleguen, ser capaces de recordar que podemos confiar en nuestros propios recursos, nos ayudará a mantener la confianza en que las cosas van a cambiar para mejor y a que esos instantes de desanimo no sean más que eso, instantes. También es importante recordar que, por mucho que nos pueda angustiar el futuro, la única certeza es el ahora, y que sacrificar nuestro sentido del humor o nuestra capacidad  de ilusionarnos no solo nos impedirá apreciar lo bueno que tenemos, sino que tampoco nos ayudará a solucionar nuestras preocupaciones. Al contrario, debemos ser capaces de mirar la realidad frente a frente para poder valorar de forma realista nuestras posibilidades y tomar decisiones que nos ayuden a superar las dificultades. “Una persona optimista es un persona realista, pero que ante las dificultades se crece y encamina toda su energía en ver cómo las puede solucionar”, nos dice la psicóloga María Jesús Reyes.                                                               
                                                                                  

Del mismo modo  debemos tener presente el valor de las pequeñas cosas. Todos hemos escuchado alguna vez: La felicidad está en las pequeñas cosas. Pero, ¿qué quiere decir esa frase exactamente? Pues que lo que nos puede hacer sentir bien no es tanto conseguir cosas, como ser capaces de apreciar lo que nos rodea y tenemos ya al alcance de la mano. La belleza del naturaleza, el cariño de los que nos quieren, disfrutar los placeres de los sentidos – escuchar música, cantar, bailar, bañarnos en el mar, mirar un cuadro o una puesta de sol, saborear una comida, contemplar un paisaje… Pero si dejamos que las preocupaciones ocupen el espacio en nuestra mente, difícilmente nos quedarán fuerzas para apreciarlas.  
 

Y si fuera para mejor
La crisis económica ha puesto al descubierto que el capitalismo desafortunado de las últimas décadas no es el mejor sistema posible, sino que, al contrario, acrecienta las desigualdades y alimenta la infelicidad, haciéndonos creer que sólo podremos ser felices si “tenemos” algo, ya sea el coche último modelo, la casa con piscina o los zapatos de marca, alimentando una constante frustración. Como escribe Alex Rovira en el prólogo a felicidad flexible: “ Hemos visto con la crisis actual que  en un mundo donde los indicadores de riqueza estaban aparentemente en alza, algo no cuadraba cuando las enfermedades psicológicas, la depresión, la angustia o las urgencias psiquiátricas iban, y van, en aumento”. A nivel global, la crisis puede ser un toque de atención y una oportunidad, hasta ahora desaprovechada, para aportar por un modelo de sociedad más respetuoso con el entorno y en el que lo importante no sea tanto tener como ser.  

Pero también a nivel individual, la crisis puede ser una oportunidad. "Siempre habíamos querido ir a vivir a la montaña, a los pirineos, y montar un pequeño hotel rural en una antigua casa – explica Laura, traductora de 45 años-. Por fin, hace dos años encontramos el lugar perfecto y lo compramos, pero no nos decidíamos a irnos porque mi marido tenía un buen trabajo en la ciudad. A finales del pasado año su empresa quebró y se quedó sin empleo, y entonces vimos claramente que había llegado el momento de hacer realidad nuestro sueño. En unos meses esperamos poder abrir ya nuestro pequeño hostal”. Por supuesto, para  muchos las cosas no son tan sencillas, y la crisis está suponiendo en algunos casos verse obligados a atravesar situaciones verdaderamente difíciles. Pero incluso en los momentos de mayor dificultades son posibles los destellos de alegría que alimentan el optimismo, que nos lleva a dar lo mejor de nosotros para superar la adversidad.