"Yo no pretendo enseñarte lo que es el mundo me falta también, pero vale la pena disfrutar cada día con mas Flow. Di lo que sientas, has lo que piensas, da lo que tengas y no te arrepientas. Serás del tamaño de tus pensamientos, no te permitas fracasar y sino llega lo que esperabas no te conformes jamás te detengas... No te límites por lo que digan, sé lo que quieras, pero sé tu mismo, y ante todas las cosas nunca te olvides de Dios".

domingo, 30 de septiembre de 2012

Desmontar el mito del Amor Pasional



Apropósito del amor me viene a la memoria  el título de un libro de Cristina Peri Rossi que se llama El amor es una droga dura. Una forma de amor pasional que, de manera ingenua, se ha adjudicado  la representación de lo que se cree el amor verdadero. Todos los mensajes que recibimos no cesan de proclamar esta idea. Las letras de las canciones melosas, las preguntas a personajes famosos acerca de sus amoríos, de sus bodas, de sus expectativas, los motivos de su desilusión, de sus rupturas… Todos insisten en el ideal de la coincidencia total en la pareja para decir que se aman de verdad. La renuncia a nuestros intereses por amor es el rasero que mide incluso su veracidad en novelas románticas, prensa rosa, creencias populares… Sin embargo, si  sabemos de la caducidad de tan  altas expectativas, ¿Porqué se siguen sosteniendo esos ideales a pesar de que la realidad los desmiente? El amor pasional es la muestra más representativa del carácter alienante que tiene la pasión,  porque cuando nos atrapa, nuestra voluntad se anula, nuestra razón no funciona.
Podemos vivir un estado de máxima exaltación, de plenitud ideal mientras seamos correspondidos y nuestra relación viva en el limbo de las promesas cumplidas, pero tiene un enorme riesgo porque, por esa vía alienante de la pasión, que nos hace capaces de cualquier renuncia, de cualquier  sacrificio por el otro, se abre la puerta a la posibilidad del maltrato, del abuso, si el otro no nos corresponde y quiere sacar partido de nuestra vulnerabilidad. Los amores tormentosos son los que nuestra cultura admira y envidia por su intensidad, aunque esa intensidad se empareje habitualmente con el sufrimiento. La intensidad es el polo opuesto a la profundidad amorosa. Cualquier persona que esté atrapada sentimentalmente en los ideales del amor pasional está enamorada del amor ideal más que de quien lo acompaña. Un amor advertido, que podría ofrecer protección, cuidado, estabilidad, sería sentido como un triste sucedáneo del auténtico, como si se le ofreciera a un drogadicto algo demasiado descafeinado frente al goce nirvánico en el  que está atrapado. La manera de rescatarlo es ayudarle a dejar caer esos ideales, a aceptar recortes a las pretensiones demasiado absolutas de las expectativas que tiene.
El amor no se sostiene por sí mismo, no es autosuficiente para mantener viva una relación. La calidad de nuestra vida no se sustenta solo del apoyo que encontramos en el amor, sino de la tranquilidad que nos da tener un trabajo estable y una buena salud, los tres pilares que sostienen nuestra realidad. Cuando falla alguno de ellos, podemos caer en la tentación de negar nuestras dificultades y ser más vulnerables a alienarnos en el amor pasional, por la exaltación de potencia que nos procura cuando creemos en él y porque, entretanto, olvidamos lo que nos perturba. Cuando el trabajo escasea, por ejemplo, o la salud es mala, o la soledad se hace insoportable, la angustia aumentada por la precariedad   genera un caldo de cultivo que nos puede hundir en la depresión o nos puede hacer caer en la tentación de aferrarnos a un clavo ardiendo, como sería un amor pasional. Pero un amor nacido en esas condiciones se sujeta con alfileres porque le pedimos lo que no nos puede dar, que cambie nuestra insatisfacción y nos procure una felicidad que no puede sostenerse. Eso nos hace más frágiles emocionalmente y nos deja con menos recursos para afrontar las dificultades. Sin embargo, incluso si tenemos trabajo, gozamos de buena salud y mantenemos un buen amor, también se puede ser vulnerable a la llamada del amor pasional para suplir nuestra “incompletud” del ser, cuando se nos hace insoportable. Aceptar de buen agrado que nadie puede suplir nuestras carencias nos evitará dependencias nocivas.
Las relaciones pasionales siempre incluyen una dosis  más o menos importante de maltrato, y esto tiene cierta lógica interna, propia de este tipo de amor, porque de él se espera la satisfacción total de nuestras necesidades. Pero esta tarea es imposible de cumplir, lo que origina la frustración, que aumenta la agresividad, pues no se cumple el ideal. Una de las tareas más importantes en psicoterapia es , precisamente, ayudar a una persona a soportar la caída de sus ideales pasionales, pues, de lo contrario, estará expuesta a la esperanza de que otro amor que ella o el considere mejor le compense de lo que no tiene ahora, lo que les colocaría en una búsqueda sin final; que es diferente de hacer un cambio a una pareja más satisfactoria, siempre que ese cambio responda a expectativas que sean posibles de conseguir. Al amor sabio se llega después de haber atravesado las formas alienantes del amor romántico y pasional. No se puede optar por un amor sabio sin antes  transitar por los otros amores. A veces hay quien confunde la fobia al compromiso con el amor sabio. El amor sabio no implica desapego sino la aceptación emocional de que el amor no es todo, lo que permite estar en mejores condiciones  de aceptar una relación que nos procura una ilusión sostenible, serenidad, descanso, respeto por las diferencias y tolerancia ante las frustraciones inevitables en toda relación. Frustraciones porque el peso de nuestra historia y las marcas que deja en nosotros, siempre será individual, los tiempos de implicación nunca coincidirán con el de nuestro acompañante.
Una de las actitudes que crean más decepción y sufrimiento es la tendencia a leer los signos del amor en los demás según parámetros totalmente personales. Esto nos incapacita a la hora de interpretar las actitudes amorosas de las personas que se rigen por códigos distintos de los nuestros. Es muy frecuente que, tras una ruptura, cada persona se muestre decepcionada y exprese cuánto han querido a su pareja y muestre la convicción de haber sido mal pagada. Si hubieran sido capaces de entender que aquello que se considera amor es diferente en cada persona, tal vez habría menos desilusiones que desembocaran en parejas rotas. Esta condición, si bien es indispensable, no es suficiente. También es necesario elaborar el narcisismo de cada uno, saber salir del registro de la ofensa, no responder con una bofetada moral a un dolor que se nos ha infligido, evitar las respuestas espejo, como me has hecho esto, yo te pago con la misma moneda. Estas actitudes solo conducen al aumento de la incomprensión y al abismo que separa a ambos componentes de la pareja. El amor propio no debe confundirse con el respeto hacia uno mismo. El amor propio nos hace trampas si respondemos intentando restablecer una igualdad de trato que, a veces, nos aleja de lo que queremos realmente. Cuando una pareja se pelea, por ejemplo, se puede establecer una verdadera competencia para ver quién hiere más al otro, intentando restablecer erróneamente un amor  propio que el orgullo exige. Por esa vía, se puede sufrir mucho porque el verdadero respeto hacia uno mismo pasa por reconocer la necesidad que tenemos de los demás, y más si se trata de un vínculo íntimo. En la batalla entre el orgullo y la necesidad del amor del otro, nuestra salud depende de que sepamos reconocer que si nos ponemos del lado del orgullo narcisista, perdemos.
El buen amor, en cambio, nos hace dignos, nos protege a la hora de poner límites a quien nos daña y nos da la fuerza necesaria para acabar la relación y volver a intentar otra con quien lo  merezca, nos procura la distancia necesaria para sostenernos cuando estamos solos, nos hace disfrutar de las formas de amor que nos procuran las amistades, nos permite dejar un lugar para cada necesidad, no solamente la de pareja. La posibilidad de disfrutar del amor cuando estamos advertidos de las trampas del amor romántico empieza por la autoestima. Sin ese amor por nosotros que nos hace cuidarnos, no podemos ni respetar ni amar a otros, porque los agobiamos con el peso de nuestras expectativas. ¿Cómo podemos esperar que otro nos salve si no sabemos sostenernos? Aceptar una necesidad de amor sabio nos defiende de la alienación pasional que puede acabar en un “ni contigo ni sin mi”. Las decepciones amorosas pueden llevar al descrédito del amor, sumiéndonos en la amargura o la desesperanza si persistimos en lograr lo imposible. En cambio, al renunciar a lo imposible, nuestra fuerza interior es mayor y podemos aceptar parcialidades que multiplican nuestras fuentes de placer. Así, no solo disfrutaremos con nuestra pareja, también nos abriremos a las amistades, al buen trato social y laboral, a la cordialidad…., en fin distintas y sanas formas de interactuar y compartir que hacen que nuestro paso por la vida tenga un andar más cálido y confortable.

miércoles, 4 de abril de 2012

En busca de la felicidad

Uno de los más conocidos discípulos de Sócrates, el poeta griego Eurípides, considerado uno de los grandes autores de la tragedia clásica, dijo una vez: “Jamás llames feliz a un mortal hasta no ver cómo desciende a la tumba en su ultimo día”. Y, en mi opinión, estaba en lo cierto. Si nos fijamos bien, veremos que, según este pensamiento, la felicidad no es algo que se pueda dar por sentado antes de que la vida de una persona concluya. Por creer lo contrario, el mundo está lleno de infelices, de insatisfechos, de descontentos y disgustados.
Todo parte de un mal entendido: el del proponerse la felicidad como una meta. Si lo hacemos, nos abonamos a la ansiedad, la angustia y la depresión. Si de veras la felicidad fuera una meta a alcanzar,¿ qué haríamos  el resto d nuestra vida una vez logrado el objetivo? ¿Repetir una y otra vez la misma impertérrita sonrisa, las mismas acciones, las mismas palabras? ¿Intentaríamos no tocar ni cambiar nada que la felicidad no se escurriera? ¿Acaso seríamos presos del temor a que ella escapara, a que algo la desbaratara, a que alguien nos robara la presa alcanzada? ¿Seriamos felices viviendo así?
Quizá deberíamos repensar el tema de la  felicidad. Quizá no sea una meta a lograr.
Decía el médico y psicoterapeuta austriaco Viktor Frankl (1905- 1997), autor del hombre en busca de sentido y padre de la logoterapia, que no es la felicidad en sí lo que necesitamos sino un motivo para ser felices.
La felicidad es una abstracción. Si tratamos de definirla, no hallamos palabras; y si queremos atraparla, se esfuma. Pero hay ciertas  tareas, algunos vínculos, determinadas acciones y conductas especificas que, cuando tienen lugar, cuando podemos protagonizarlos, nos llenan el alma de una sensación indescriptible e intransferible que solo puede llamarse “felicidad”. Podría parecer entonces, que la felicidad nos sigue, que es el resultado de cómo vivimos. Tal vez es una huella que vamos dejando en el camino mientras transitamos la vida. Las huellas nunca están de nuestros pies, solo aparecen por donde hemos pasado. Si no caminamos, no hay marcas. Recuperando a Viktor frankl, debemos tener, entonces, un destino hacia el que caminar, y de la marcha resultará o  no la felicidad.
El mismo Frankl sostenía que la vida nos formula preguntas continuamente. Nos las hace a través de situaciones. Cada circunstancia de nuestra experiencia, simple o compleja, pequeña o abarcadora, es un simple interrogante que nos plantea la vida: Nos pregunta cómo hemos de vivirla, si superficialmente o adentrándonos en sus misterios, si en la bus    queda del placer inmediato o asumiendo riesgos que nos ayuden a desarrollar nuestros atributos, si flotando en el vacío o buceando en el sentido. No se trata de asistir a cursillos o seminarios para responder. De hecho, respondemos todo el tiempo, con cada acción, con cada decisión, con cada paso. Vivir es responder. La suma de nuestras respuestas puede conducirnos a comprender el sentido de nuestra vida. Y cada vez que el sentido asome, lo acompañará un sentimiento al que llamamos “felicidad”.
Entonces la felicidad no está fuera de nosotros, como el fruto que espera a que lo tomemos de la rama. Se encuentra en nuestro interior. Así lo decía el filosofo danés Soren Kierkegaard: “La felicidad es una puerta que se abre desde dentro”. Esto significa que no hay una persona destinada a hacernos felices. Si así fuera, correríamos el riesgo de construir con ella una relación de dependencia. Si esa persona se alejara, se llevaría nuestra felicidad, por lo que trataríamos de retenerla a cualquier precio, sometiéndonos, sometiéndola, manipulando… Y, aun así, no estaríamos en paz. Podemos ser felices junto a otra persona, en lo que compartimos con ella, pero no por ella. Tampoco la felicidad está en objetos materiales, en posesiones, en dinero. 
En esas  fuentes podremos hallar placer transitorio el placer, por lo demás, es siempre transitorio. Correremos detrás de esos objetivos y, una vez alcanzados, ya necesitaremos otros. ¿Con cuánto dinero seriamos felices? ¿Qué coche, que nueva casa o que novedad tecnológica nos haría realmente felices? La respuesta es siempre transitoria, incierta. No está allí.

Es absurdo, como advertía el escritor y filosofo Alan Watts(1915- 1973), pretender una vida de la que estén ausentes el dolor o la frustración, una vida en la fuéramos siempre jóvenes, en la que nada se nos negara y el tiempo no transcurriera. No se puede suprimir un término en una polaridad. Y la vida es una suma de polaridades: Alegría, y tristeza, logro y frustración, juventud y vejez, placer y dolor… Reconocemos uno gracias a la existencia del otro. Sin su opuesto complementario, cada uno de ellos no significaría nada. Quienes creen que la felicidad consiste en aferrarse a los polos placenteros y eliminar los otros tienen según Watts, “el sabor de la infelicidad porque, habiéndolos desmembrado para poseerlos para siempre, se quedan con cosas que ya no están vivas”. Solemos preguntarnos cómo es posible que alguien no sea feliz, “ si lo tiene todo”. ¿Pero lo tiene todo realmente? Acaso tiene todo lo que se ve, pero en su alma hay un profundo e invisible vacío. Acaso creemos que tiene todo lo que hace la felicidad, pero no ha encontrado lo esencial: Una respuesta a la pregunta por el sentido de su vida.
Tampoco la felicidad nos llegará del exterior, en forma de fórmula secreta, de terapia infalible, del libro con todas las recetas o de gurú que nos llevará en brazos hasta sus mismas puertas. La felicidad carece de reglas, y las respuestas a las preguntas que la vida nos plantea solamente las tenemos nosotros. Deberemos, por tanto, atrevernos a tomar nuestras decisiones, a afrontar nuestras dudas, a hacernos responsables de las consecuencias que tienen nuestras elecciones. Si lo hacemos crecerán nuestras posibilidades de ser felices. Habremos  vivido con motivos.
La novelista  Edith Wharton (1862-1937), autora de La edad de la inocencia, que Martin Scorsese convirtió en una bella película, describía la felicidad como una mariposa que se nos posa en el hombro mientras estamos absortos en algo que para nosotros está pleno de sentido: Una tarea, una conversación, un pensamiento, la contemplación de algo inspirador. Si tratamos de atraparla, tal vez la dañemos o quizá se escape. Pero si lo conseguimos, ¿qué haremos con ella? ¿Guardarla en un frasco? ¿Para qué? Simplemente, disfrutemos del descubrimiento de la mariposa en nuestro hombro, de su roce leve, de su color y su forma. Sin tocarla y sin presionarla porque, si no, se irá. Pero si seguimos en lo nuestro, habrá un momento en que volverá. Y viviremos otra vez, ese momento mágico.
Mientras tanto, quizás haya que dejar de lado la preocupación por cumplir con el deber de ser felices o de considerar la felicidad como un derecho. Son dos caras de una misma exigencia, y en general, la exigencia no da como fruto personas felices. Si la felicidad fuera un derecho, habría que exigir a alguien su cumplimiento o habría que reclamarla a alguna institución dedicada a proporcionarla. Todo derecho de una persona es un deber de otra. Y si empezamos a reclamar nuestra felicidad a alguien, no tardaremos en encontrarnos con quienes nos reclaman a nosotros la propia.
Nadie nos dará nuestra felicidad. Habrá, sí personas cuya presencia en nuestra vida o cuyas acciones nos proporcionen felicidad, pero es independiente de que se lo exijamos. Y habrá otras a la cuales, muchas veces sin saberlo o sin seguir un plan para ello, brindaremos nosotros felicidad. Será fruto de un vínculo  empático, de una autentica presencia, en el que seamos como semejantes. No será jamás el producto de un plan trazado o de una obligación. No es así como funciona.
 El pasado mes de agosto se reunió   en Timbu, capital del reino de Bután, un grupo de sociólogos, economistas, y científicos sociales interesados en comprobar cómo funcionaba un índice que hace cuarenta años puso en vigencia el entonces Joven rey del país. Se trata del Índice de Felicidad Nacional. Que mide el estado del alma de los ciudadanos y que usado en lugar del Producto Interior Bruto. Solo a los economistas les sorprende aún que no haya una relación directa entre altos porcentajes económicos y felicidad, y que incluso sea habitual encontrar lo contrario. Sin ir más lejos, en Estados Unidos, aunque los salarios se triplicaron en el  último medio siglo, la   felicidad manifestada en encuestas por los habitantes decreció. Lo demostró hace diez años el profesor Robert Lane, de la universidad de Yale, en su libro La perdida de la felicidad en las democracias de mercado.
Jeffrey D. Sachs, director del Earth Institute de la Universidad de Columbia, uno de los presentes en la reunión de Bután, sostiene que “como individuos, no somos felices si la búsqueda de mayores ingresos  reemplaza nuestra dedicación a la familia, los amigos, la comunidad, la compasión y el equilibrio interno. Y, como sociedad, una cosa es organizar las políticas económicas para que los niveles de vida aumenten y otra muy distinta es subordinar todos los valores de la sociedad a la búsqueda de ganancias”.
La felicidad es la consecuencia del modo en que nos relacionamos con los demás y con el planeta. Es eso. Ni una meta, ni un deber, ni un derecho, ni un mero placer, ni una diversión vacía. Es lo que proviene de una elección de vida. Según elijamos, la mariposa se nos posará en el hombro. Y esto no se agota en una vez. Elegimos mientras vivimos. Por eso Eurípides dijo lo que dijo.


sábado, 10 de marzo de 2012

¿Qué es Autoestima?


“El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo” (Antoine de Saint Exupéry: Autor del Principito)
“Vivir sin conocimiento de uno mismo es como vivir en las sombras” (Sigmund Freud)
·         Karen, es una mujer inteligente y muy atractiva pero a veces se siente confundida y poco atractiva.
·         Héctor, ha recibido constantemente las críticas de sus padres desde que era pequeño. Hoy día, aun cuando es un exitoso abogado se siente fracasado.
·         Mariana, experimenta un temor excesivo a equivocarse y eso le hace desconfiar de sí misma y de los demás al realizar su trabajo a pesar de tener 15 años de experiencia.
¿Qué es el autoestima?
El autoestima es el amor que nos asignamos como personas. Implica nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones o experiencias que vamos introyectando durante nuestra vida, aceptando nuestras virtudes y defectos  Es el amor que nos tenemos a nosotros mismos sin ser egocentristas o narcisistas.
Por otro lado, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, el autoestima es la valoración generalmente positiva de sí mismo.
Con base en lo anterior, las personas que han desarrollado una alta valoración, aceptación y respeto a sí mismas tienen una autoestima más alta que aquellas que no han logrado esta meta.  En contraparte. Con respecto al narcisismo, en su obra, el miedo a la libertad Erich From describe: El narcisismo al igual que el egoísmo, no es más que una sobrecompensación por la carencia básica de amor a uno mismo.
¿Dónde empieza el autoestima?
Comienza sin darnos cuenta en las etiquetas negativas que recibimos de la infancia, por supuesto las traducimos en desventajas reales o preceptúales: uso lentes, soy tonto, me siento feo, no tengo dinero, no soy popular, no tengo ropa de marca
Por otro lado, se completa mi marco de referencia considerando las cosas que: 1) pienso de mi mismo, 2) lo que mis maestros piensan de mi, 3) lo que mis amigos piensan de mi, 4) lo que mi familia piensa de mi, 5) lo que la sociedad piensa de mi y 6) lo que considero me hace falta en la vida para ser feliz y sentirme completo.
El poder de nuestro diálogo interno es demoledor
Además mi marco se va completando, de acuerdo a la comunicación que tengo yo mismo, la cual se conoce como “diálogo interno”. Así la mayor parte inconscientemente nos vamos diciendo todo aquello que hemos aprendido sobre nosotros mismos y desafortunadamente salen a relucir, mucho más las cosas negativas que las positivas, creando un círculo vicioso: el pensamiento crea realidad: lo que piensas genera un sentimiento y un sentimiento genera una conducta ya sea de felicidad o de tristeza.
      Como pienso me siento
      Como siento me veo
      Como me veo, esto lo reflejo y
      Como me reflejo genera una conducta positiva o negativa
Técnicas para cambiar nuestros pensamientos
A continuación se describen algunas formas sencillas para modificar nuestros pensamientos, sentimientos y conductas con el fin de orientarlas hacia acciones positivas:
Autoescucha: Escúchate más a ti mismo más que escuchar lo que los demás te dicen sobre la forma como te debes de comportar: Analiza con cuidado las opiniones de los demás sobre ti, tú y solo tú eres quien debe tomar la última decisión acerca de tus planes y proyectos, aunque te equivoques.
Transformar lo negativo a lo positivo: Consiste en forzarse a cambiar nuestros propios mensajes fatalistas en alternativas de crecimiento positivas;
·         “Mejor no hablo”, por “Hoy tengo cosas importantes que decir”
·         “No merezco ser feliz” por “Me siento capaz de realizar mis sueños”
·         “No sirvo para nada” por “Me doy la oportunidad de aprender nuevas cosas.
Arco iris: Si piensas que la vida es de todo o nada, necesitas suponer que tu va más allá de los colores; blanco o es negro. Pensar solo en dos tonalidades te crea ansiedad y frustración si no logras tus metas. Existen muchos más colores. Nadie es perfecto o tonto, para algunas cosas seremos expertos, pero para otras no y eso no nos hace ser inferiores o valer menos.
Evitar las comparaciones: Quién constantemente se compara, está destinado al fracaso. Tú eres único e irrepetible y eso te hace ser único en el mundo.
Nadie es perfecto: Si crees que nunca te equivocas ya de entrada estas equivocado. Los seres humanos somos imperfectos, pero somos perfectibles sobre todo cuando nos equivocamos podemos aprender de los errores, por eso cuando sientas que te equivoques necesitas pensar; ¿qué debo hacer para lograr los resultados deseados la siguiente vez que lo intente?, es convertir la equivocación en aprendizaje.
Valora tus triunfos: Cada día por la noche al momento de ir a la cama necesitas reconocerte las cosas que hiciste bien durante el día. Y felicítate por los avances del día aunque hayan sido menores.
Levantarse: Es levantarse cada vez que nos caemos en cualquier terreno: amoroso, económico, espiritual, social, etc. y transformarlo como hábito de vida. Significa dejar de ser víctima y ser arquitecto de tu propio destino.
Perfil de la persona con baja autoestima
Algunos expertos (Reynolds, 2003; Montoya, 2001; Rodríguez, 2004) señalan los siguientes:
¡  Siente que vale poco y espera que los demás le asignen un valor.
¡  Acepta actitudes como el engaño, maltrato y desprecio de los demás.
¡  Se asume como víctima y emite pensamientos como: ¡he sufrido mucho!, “no me comprenden”, etc. Considera que la culpa de su situación depende de otros y no de uno mismo.
¡  Tiende a cometer actos autodestructivos contra sí mismo como abusar del alcohol, las drogas, abandonar los estudios, prostituirse, controlar el peso (anorexia).
¡  Busca el reconocimiento de otros mediante ostentación de cosas materiales.
¡  Usualmente crece en familias donde enfrentan sentimientos de inutilidad, críticas y castigos por los errores.
¡  A través de quejas y críticas busca la atención y la simpatía de los otros.
¡  Tiene necesidad compulsiva de llamar la atención.
¡  Suele interrumpir de manera inapropiada para que los demás se fijen en lo que está haciendo.
¡  Muestra temor excesivo a equivocarse de hecho el temor a no tener éxito lo paraliza y. presenta una actitud insegura.
¡  Confía poco en sí mismo y tiene una actitud desafiante y agresiva.
¡  Encubre su frustración y tristeza con sentimientos de rabia.
¡  El temor a la falta de aprobación lo compensa transformando su inseguridad en una conducta agresiva.  
Perfil de la persona con alta autoestima
¡  Se acepta como es, teniendo una actitud positiva y alegre hacia la vida, apreciando lo bueno de los otros.
¡  Crece en una familia donde se aprecian las diferencias, el amor se manifiesta abiertamente, los errores sirven de aprendizaje, la comunicación es abierta, las normas son flexibles, etc.
¡  Es capaz de fijarse metas y demorar la gratificación con tal de conseguir sus propósitos.
¡  Generalmente es responsable de su tarea, servicial y procura dar solución a los problemas.
¡  Es asertivo y expresa sus opiniones.
¡  Enfrenta el mundo con mayor seguridad, se relaciona con personas positivas, no tiene miedo a desarrollar sus habilidades.
¡  Acepta retos, se arriesga y prueba cosas nuevas.
¡  Da prioridad y jerarquía a los intereses propios, no perjudicando a nadie.
¡  No lastima, humilla o devalúa, evita perjudicar sus relaciones interpersonales mediante la violencia; no permite que los demás los maltraten emocional o físicamente.
¡  Es abierto, acepta errores y cualidades; habla de logros y fracasos en forma directa y honesta por lo que se siente competente para vivir las exigencias y desafíos de la vida.
Sugerencias para el cambio
  • Acéptate tal como eres (con virtudes y defectos).
  • ¿Quién te metió en la cabeza que eras un …?. Tú eres lo que piensas de ti mismo y actúas inconscientemente en consecuencia.
  • Pule tu lente de la percepción para verte desde otro ángulo y cambiar tus creencias.
  • Aprender a reinterpretar el pasado, el cual no se puede cambiar, pero si enfrentarlo de manera más positiva.
  • Deja de compararte con los demás. ¡Tú eres un ser único e irrepetible!.
  • Conócete a ti mismo es el principio de la verdadera sabiduría.
  • Empezar a hacerse responsable de la vida propia.
  • Reconócete a ti mismo cuando has tenido algún logro, iniciando con metas pequeñas.
  • Haz un inventario de tus virtudes y defectos con el fin de desechar las conductas que no funcionan, mantener las que son funcionales e inventa las que sean necesarias para poder relacionarse contigo mismo y con los demás sanamente.
  • Reduce el nivel de autocrítica, pensando más en alternativas que en los obstáculos presentes en tu vida.
  • Analiza tu historia de vida personal y tu origen: ¿quién soy?, ¿a dónde voy? y ¿con quién voy?.
  • Aprende a expresar tus emociones y sentimientos.
  • Deja el pasado a donde corresponde: "atrás", por muy doloroso que haya sido.
  • En el peor de los pronósticos, si no se puede lograr solo, acudir con el especialista de tu confianza.





lunes, 23 de enero de 2012

Potencia lo mejor de ti mismo

La autoestima es un ingrediente básico del bienestar emocional puesto que supone la aceptación de uno mismo que es base y fundamento de la relación gratificante con los demás.
Cuando una persona se quiere a sí misma se cree también merecedora del respeto y del trato adecuado por parte de los otros de tal forma que rechazará cualquier actitud que considere inconveniente. Generalmente, prestamos mucha atención a las relaciones sociales, tenemos inquietud por hacer nuevas amistades, conocer el amor y construir una pareja, rodearnos de nuestra familia, queremos caer bien a los nuevos compañeros de trabajo… Sin embargo, son pocos los momentos en los que nos detenemos unos instantes a reflexionar sobre nosotros mismos y el concepto que tenemos de nuestro yo interno. Es curioso que a veces dicha imagen difiere en aquello que los demás consideran de nosotros.

En este artículo, vamos a prestar especial atención a qué medios puede utilizar una persona para fortalecer su autoestima y atreverse a perseguir sus sueños y convertirlos en realidades porque dentro de sí misma tiene todas las herramientas necesarias para conseguirlo: autenticidad, confianza, creatividad, fuerza y ganas. La vida es acción, estamos en constante movimiento, por esta razón, debemos asumir que debemos trabajar por aquello que deseamos de la misma forma que nuestro propio corazón trabaja continuamente bombeando nuestra sangre para darnos un minuto más de vida. La pregunta es…. ¿qué quieres hacer con tu vida?, ¿hacia dónde te diriges?, ¿qué quieres hacer para sentirte feliz?

En ocasiones, nos sometemos a las trampas del lenguaje y decimos frases del tipo: “Juan me hace sentir bien”. En realidad eres tú mismo quien en ese momento se siente bien en su compañía pero él no tiene ningún poder sobre ti. Si utilizamos el lenguaje de esta forma pronto podremos caer en el error de culpar al otro cuando no nos sentimos de la misma forma ya que le otorgamos el poder de nuestro estado de ánimo. Comencemos a hablar en primera persona. Asumamos riesgos. Vivamos siempre desde los deseos más profundos y sinceros de nuestra alma. Quizá al principio no te resulte fácil pero los beneficios que obtendrás serán muy grandes.

Identifica las situaciones

Es recomendable que analices diferentes momentos que te producen emociones agradables o desagradables, conozcas los motivos de dichos sentimientos, aprendas a expresarlos con asertividad… Principalmente, es fundamental que no huyas de las situaciones sólo por las emociones que te producen ya que este tipo de comportamiento es propio de personas que padecen ansiedad. Por el contrario, la ansiedad tiende a crecer cuando se reprime o cuando se evitan las situaciones que la producen no sólo por miedo a dicha situación sino también por miedo a que se produzca el propio proceso ansioso.

Cuando hayas tenido un mal día puedes buscar la forma de premiarte a ti mismo para compensar la negatividad experimentada con la gratificación de la recompensa. Puedes optar por hacer un plan con el que de verdad disfrutes, regalarte una comida que te guste, hacer algún tipo de deporte, leer un buen libro, ir al cine a ver una película que te han recomendado… El tema es que debes buscar espacios que sean solo tuyo y te ayuden a restablecerte interiormente y a sobrellevar la carga generada por el malestar de la negatividad que va robando energía no sólo emocional sino también física.

A lo largo de la vida, todos descubrimos que tenemos que realizar muchas cosas que no son agradables, sin embargo, son necesarias. En su necesidad está la razón de ser de este tipo de acciones. Es necesario aquello que no puede ser de otra manera. Es contingente aquello que puede ser o no ser.

Acepta el reconocimiento de los demás

Una de las necesidades básicas del ser humano es la necesidad de reconocimiento por parte del prójimo de forma que la indiferencia es uno de los peores castigos.
 

Sin embargo, vivimos en una sociedad caracterizada por la economía de caricias positivas. Ejemplos de caricias positivas: me alegro de verte, hoy estás muy guapo/a, me gusta mucho tu nueva ropa, hiciste un buen trabajo, muchas gracias por tu colaboración… En definitiva, las caricias positivas son el alimento emocional del ser humano ya que igual que el cuerpo necesita vitaminas para sobrevivir, el alma también necesita lo que algunos autores han llamado la “hucha emocional”. Igual que sucede en la cuenta del banco que se queda vacía si sólo se saca dinero y nunca se ingresan nuevas cantidades económicas, la mente humana se desgasta si sólo recibe palabras desagradables en la forma de caricias negativas o mixtas.

Ante tal ley de economía de caricias, también sucede que una persona se siente incómoda cuando las recibe, sin embargo, debemos aprender a aceptar las caricias positivas que nos regalan los demás de forma natural, del mismo modo que rechazaremos aquellas caricias negativas que consideramos injustas. En última instancia, la finalidad de las caricias positivas y negativas es la misma: recibir reconocimiento por parte del otro.

Como conclusión, me gustaría recomendarte que a partir de ahora no sólo tengas en cuenta las caricias positivas que recibes de los demás sino que tú también te dediques pensamientos positivos e ideas agradables sobre ti mismo incluso en los momentos en que consideres que has hecho algo de forma equivocada porque si lo piensas bien seguro que incluso en ese contexto hubo algo que hiciste de la forma adecuada. Pero no te castigues a ti mismo de una forma inhumana y piensa, simplemente, que eres una persona de carne y hueso con virtudes y defectos que está en un constante proceso de aprendizaje vital. Mañana lo harás mejor pero no tengas prisa porque si ya has revisado alguno de mis artículos recordarás que lo más importante siempre es el presente. Respira hondo cada vez que vayas con tu pensamiento al mañana. Céntrate en tus sentidos que te conectan de manera instantánea con lo inmediato: el aquí y el ahora.


Aléjate de las obsesiones

La mejor forma de poner límite al pensamiento es actuar. El modo más eficaz de parar las ideas repetidas que se generan dentro de un círculo vicioso es el obrar. La reflexión en orden a la prudencia es una virtud, sin embargo, el pensamiento que contribuye a alimentar una obsesión es una carencia. Si en algún momento sientes que estás dando vueltas a algo sin encontrar una solución quizá deberías dejar de centrarte en ese asunto. O si estás pensando en aquello que en realidad no depende de ti también deberías alejarte mentalmente de esa idea cuya solución no está al alcance de tu voluntad. La obsesión te aleja del momento actual y te impide concentrarte en aquello que te de verdad importa.

Nadie puede conocerte tan bien a ti mismo como tú especialmente a este nivel ya que nadie tiene el poder de atravesar tu inteligencia y analizar tu mundo ideal de conceptos y esquemas. Por esta razón, si sientes que existe alguna obsesión que limita tu vida toma conciencia de tu enorme poder para controlarla a través de la acción aprendiendo incluso a convivir con ella. Es decir, puede que te cueste erradicarla de raíz, sin embargo, habrá algo que siempre podrás hacer: actuar a pesar de ella. Moverte a pesar del miedo que puedas sentir. Conforme vayas actuando y compruebes que no pasa nada y que la mayoría de las obsesiones son sólo ideas negativas que no tienen alcance en la realidad entonces dejarás de tenerlas en cuenta.

 Valora lo positivo de ti

Piensa en la cantidad de cosas que haces bien a lo largo del día. Analiza también aquellos momentos agradables que experimentas desde la mañana. Para analizar bien debes enumerar incluso los detalles más insignificantes ya que equivocadamente dedicamos muchos más tiempo a centrar nuestra atención en los aspectos negativos y dejamos de lado la cantidad de positividad que existe en nuestro presente.

Por otra parte, en relación con todas aquellas cosas que te suponen un esfuerzo añadido porque no te gustan, entonces, debes hacerlas antes que las demás y motivarte a ti mismo interiormente con algo que realizarás después y que en realidad sí te agrada. Dejar las cosas para mañana no descansa sino que cansa. La pereza agota pese a que a veces pensemos lo contrario. La inactividad continuada produce un cansancio infinito y apatía. El sentido del reposo es descansar para volver a actuar. Por tanto, toma fuerzas, respira, y empieza pronto con aquello que más te cuesta realizar porque así te sentirá libre para hacer aquello que de verdad te resulta agradable o vocacional. Piensa que la mayoría de las veces lo que más cuesta es precisamente empezar. Una vez que ya has comenzado, todo lo demás viene dado.

Sé realista, creativo y diviértete en tu vida porque aunque puedas conocer tus limitaciones personales también puedes descubrir todo tu potencial interno.

 Sonríe

Hoy día los expertos centran sus estudios en la importancia de la comunicación corporal. La sonrisa abre las puertas de tu alma al otro; acoge en el encuentro directo con el prójimo Da una bienvenida agradable. Incluso en aquel momento en que te obligues a ti mismo a sonreír descubrirás que ese gesto forzado llegado el momento será natural porque habrá producido sobre ti un efecto a nivel emocional. Las personas nos acercamos a aquel que sonría más que aquel que nos recibe con seriedad. Es una tendencia natural perseguir aquello que resulta agradable y evitar lo desagradable porque molesta o hiere.

Anteriormente, analizamos las caricias positivas. Pues bien, la sonrisa es una caricia positiva que, por tanto, alimenta el espíritu. Igual que la sonrisa, la risa es fundamental para relajar la tensión y el sentido del humor siempre alivia cualquier momento de dificultad. La risa siempre poner en contacto a un grupo de personas ya que incluso a veces la propia carcajada aumenta cuando se escucha el eco sonoro de la risa del otro. Aprende a relativizarte a ti mismo cuando sea necesario y piensa que el humor es un ingrediente fundamental para descubrir que la vida nos brinda la oportunidad de divertirnos incluso en los detalles más pequeños.

Victor Frankl, fundador de la logoterapia y autor de la obra “El hombre en busca de sentido” utilizó el sentido del humor incluso en las condiciones más dramáticas de su existencia cuando estuvo prisionero en los campos de concentración. Recomiendo la lectura de sus obras a todos los lectores que se hayan acercado a este trabajo y tengan inquietud por seguir aprendiendo en temas de superación personal.


 Aprende a decir no

Una de las mayores metas que puede proponerse una persona es aprender a decir no. No a una petición o favor del otro por muy cercano que sea. La clave está en saber que cuando decimos que no simplemente estamos rechazando una idea pero no es un rechazo directo hacia otra persona en concreto a la que queremos igual que antes. De tal forma, no tiene sentido el chantaje emocional ya que cuando alguien nos formula una petición debe asumir anteriormente que su petición sólo puede tener una respuesta: sí o no. En otras ocasiones, también puedes aprender a alcanzar acuerdos con el prójimo que son fundamentales, por ejemplo, para el trabajo en equipo.

En cualquier caso, lo cierto es que nunca deberías realizar nada que te haga sentir mal, que crees que va en contra de tus principios o que, sencillamente, sientes que una voz interna te repite continuamente que no lo hagas. No estás obligado a agradar continuamente a los demás sino a ti mismo.

Nadie nos va a querer más simplemente porque siempre digamos que sí a sus propuestas. Muy al contrario, esa persona puede terminar utilizándonos como una marioneta y dándonos un valor de objetos que sirven para algo. Por el contrario, aquel que nos quiere de verdad comprenderá nuestras decisiones aunque quizás necesite un poco de tiempo para hacerlo. Pero no sólo nos respetará sino que además reforzará nuestro propio modo de ser. Aquel que te quiere de verdad te ayuda a ser más tú todavía pero no te pide que finjas ni te pone condiciones.

Rodéate de los consejos de los demás, de aquellos que te quieren, ten en cuenta su punto de vista pero piensa que en última instancia la decisión siempre es tuya. Confía en ti mismo y en tu equipo cuando formes parte de un grupo que se mueve por la misma finalidad.

 La creatividad

¿Te gusta escribir? Entones escribe. ¿Te gusta pintar? Compra pintura y un pincel y pinta. Dale rienda suelta a tu creatividad. Descubre qué es aquello que está llamado a realizar. Dime… ¿cuál es tu vocación? Cuando tengas la respuesta piensa si no crees que sería más gratificante vivir dedicando un tiempo y un espacio a aquello que te hace sentir bien. A lo mejor, por determinadas circunstancias te has visto obligado a trabajar en algo que no te gusta demasiado, sin embargo, el día es muy largo y seguro que puedes encontrar una forma de desarrollar tu creatividad. Puedes ponerte manos a la obra e investigar ya que en la mayoría de las ocasiones la mayor limitación es la falta de información, sin embargo, hoy día Internet te ofrece información rápida y segura desde tu propia casa. Por otra parte, existen muchas opciones de voluntariado que buscan personas especializadas para realizar diferentes actividades. Deja que tus deseos te guíen y muevan tu voluntad en la orientación adecuada en orden a tu propia felicidad personal. Cierra tus ojos y dime: ¿Dónde quieres estar dentro de un año?, ¿qué te gustaría estar haciendo exactamente? Entonces, ponte en movimiento y trabaja desde este instante para que tu deseo pueda ser real cuando transcurra este tiempo. Te deseo mucha suerte en tu aventura vital y no olvides que no estás sólo ya que a tu alrededor tienes amigos, familia y personas que estarían encantadas de conocerte y compartir contigo un pedacito de vida.

Detecta los miedos que te limitan y levántate cada mañana con una idea fija en tu mente: Coraje, coraje y coraje para vivir más y mejor. Fuerza para sobreponerte a los obstáculos. Y ganas de enfrentar nuevos retos. Aprovecha el tiempo porque pasa demasiado rápido como para desperdiciarlo en temores. Simplemente, aprende de tus errores pasados y utiliza dicho aprendizaje de forma eficaz en el presente y más todavía de cara al futuro cuando tu mochila vital esté llena de experiencia.

 La frustración

Igual que anteriormente hablamos sobre las obsesiones ahora vamos a dedicar un espacio a la emoción de la frustración porque acarrea enorme sensación de infelicidad.

Es mejor experimentar tristeza que frustración en cualquier caso pueden ser emociones totalmente naturales ante determinadas circunstancias. Sin embargo, conviene evitar la frustración porque quizá nos impida intentarlo de nuevo. Y lo cierto es que a veces la clave del éxito está en tener la constancia necesaria para repetir algo muchas veces, insistir más y más y no darse por vencido más allá de los resultados inmediatos. Que las cosas sean hoy de una manera no significa que siempre vayan a ser así. No olvides que todo está en un proceso constante de evolución por tanto quizá mañana sea posible aquello que hoy a simple vista parece imposible. Los actores siempre explican la cantidad de castings que tuvieron que superar antes de obtener su primera prueba. Muchos de ellos, si se hubiesen desmotivado en los inicios, no habrían llegado a tener una carrera de éxito.

Los beneficios de la memoria son infinitos si la utilizamos de la forma adecuada: en lugar de recrearnos en el dolor debemos recordar todos aquellos límites que superamos con éxito. El recuerdo de los momentos agradables, propio de la actitud mental positiva, te dará fuerza y confianza en tus propias posibilidades. Enhorabuena por todos los éxitos que ya alcanzaste en el pasado y enhorabuena también por todo aquello que conseguirás a lo largo de tu vida.

Muchas gracias!!

Quiero finalizar regalándote una caricia sincera y agradable por haber participado como lect@r: Muchas gracias de verdad por tu tiempo, tus ganas y tu interés. Estás páginas no tendrían ningún sentido si no hubiese una persona interesada en leerlas.

Si tienes alguna sugerencia que pueda ayudar a mejorar el contenido del texto no dudes en dejar algún comentario que por supuesto tendré en cuenta siempre con un espíritu crítico y positivo con el objetivo de  mejorar .



 

lunes, 16 de enero de 2012

PSICOLOGÍA POSITIVA

Si hacemos el ejercicio de preguntar a diferentes personas de todo tipo y condición por el objetivo de la psicología y el papel de aquellos que a ella se dedican, seguramente encontremos una respuesta predominante: tratar y curar los trastornos de la mente. Ciertamente, durante muchos años la psicología se ha centrado exclusivamente en el estudio de la patología y la debilidad del ser humano, llegando a identificar y casi confundir psicología con psicopatología y psicoterapia. Este fenómeno ha dado lugar a un marco teórico de carácter patogénico que ha sesgado ampliamente el estudio de la mente humana. Así, la focalización exclusiva en lo negativo que ha dominado la psicología durante tanto tiempo, ha llevado a asumir un modelo de la existencia humana que ha olvidado e incluso negado las características positivas del ser humano (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000) y que ha contribuido a adoptar una visión pesimista de la naturaleza humana (Gilham y Seligman, 1999). De esta manera, características como la alegría, el optimismo, la creatividad, el humor, la ilusión… han sido ignoradas o explicadas superficialmente. Las limitaciones de esta focalización en lo negativo comienza ha ser puesta en evidencia en los últimos años y en diferentes trastornos. Así por ejemplo, los trastornos depresivos parecen encontrarse deficientemente explicados desde un modelo basado exclusivamente en emociones negativas. La depresión no es sólo presencia de emociones negativas, sino ausencia de emociones positivas, algo fundamental, por ejemplo, a la hora de elaborar tratamientos. En este sentido, las técnicas y terapias elaboradas para luchar contra la depresión se han centrado tradicionalmente en la eliminación de emociones negativas como la apatía, la tristeza, la indefensión, etc. Sin embargo, investigaciones llevadas a cabo en los últimos años han comenzado a desarrollar estrategias de intervención basadas en la estimulación en el sujeto deprimido de emociones positivas como alegría, ilusión, esperanza, etc.Gran parte de la investigación y el esfuerzo teórico realizado por los psicólogos en los últimos años ha estado centrada en buscar la manera de prevenir el desarrollo de trastornos en sujetos potencialmente vulnerables (sujetos de riesgo). Sin embargo, no puede obviarse, que aún hoy, la psicología se ha mostrado incapaz de dar solución a esta cuestión. El modelo patogénico adoptado durante tantos años se ha mostrado incapaz de acercarse a la prevención del trastorno mental. Quizá la clave de este fracaso se encuentre en que la prevención siempre ha sido entendida desde los aspectos negativos y se ha centrado en evitar o eliminar las emociones negativas. De hecho, los mayores progresos en prevención han venido de perspectivas centradas en la construcción sistemática de competencias (Seligman, 2000). En este sentido, se ha demostrado que existen fortalezas humanas que actúan como amortiguadoras contra el trastorno mental y parece existir suficiente evidencia empírica para afirmar que determinadas características positivas y fortalezas humanas, como el optimismo, la esperanza, la perseverancia o el valor, entre otras, actúan como barreras contra dichos trastornos. La perspectiva reduccionista ha convertido a la Psicología en una “ciencia de la victimología” (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). De forma histórica, la psicología ha concebido al ser humano como un sujeto pasivo, que reacciona ante los estímulos del ambiente. El foco de la psicología aplicada se ha centrado en curar el sufrimiento de los individuos y ha habido una explosión en la investigación de los trastornos mentales y los efectos negativos de estímulos estresores. Los profesionales tienen el cometido de tratar los trastornos mentales de los pacientes dentro de un marco patogénico en el que es crucial la reparación del daño. Sin embargo, la psicología no es sólo un brazo de la medicina centrado en la enfermedad- salud mental, es mucho más que eso. En los últimos años se han alzado voces que, retomando las ideas de la psicología humanista acerca de la necesidad del estudio de la “parte positiva” de la existencia humana han aportado un sólido soporte empírico y científico a esta parte descuidada de la psicología. El término “psicología positiva” ha sido desarrollado por Martin Seligman, investigador que, habiendo dedicado gran parte de su carrera al trastorno mental y al desarrollo de conceptos como la indefensión aprendida, ha dado un giro radical en su orientación, elaborando y promoviendo una concepción más positiva de la especie humana. La psicología positiva tiene como objetivo mejorar la calidad de vida y prevenir la aparición de trastornos mentales y patologías. La concepción actual focalizada en lo patológico se centra en corregir defectos y reparar aquello que ya se ha roto. Por el contrario, la psicología positiva insiste en la construcción de competencias y en la prevención. Para Seligman, el concepto de psicología positiva no es nuevo en la psicología, ya que antes de la Segunda Guerra Mundial los objetivos principales de la psicología eran tres: curar los trastornos mentales, hacer las vidas de las personas más productivas y plenas e identificar y desarrollar el talento y la inteligencia de las personas. Sin embargo, tras la guerra, diferentes eventos y circunstancias llevaron a la psicología a olvidar dos de esos objetivos y a centrarse exclusivamente en el trastorno mental y el sufrimiento humano (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).


De la misma manera, podemos encontrar claras tendencias positivistas en la corriente humanista de la psicología, floreciente en los años 60 y representada por autores tan reconocidos como Carl Rogers, Abraham Maslow o Erich Fromm. Desgraciadamente, la psicología humanista no se ha visto acompañada de una base empírica sólida y ha dado lugar a una inmensa cantidad de movimientos de autoayuda dudosos y poco fiables (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).  En esta búsqueda de lo mejor del ser humano, de las cosas buenas que hacen que florezca su potencial, la psicología positiva no confía en sueños dorados, utopías, espejismos, fe, ni auto-engaño, sino que adopta el método de la psicología científica, ampliando el campo tradicional de actuación y distanciándose de dudosos métodos de autoayuda o filosofías espirituales que tanto proliferan en nuestros días. En palabras de Martin Seligman, la psicología positiva surge como un intento de superar la resistente barrera del 65% de éxito que todas las psicoterapias han sido incapaces de sobrepasar hasta hoy. Las técnicas que surgen de la investigación en psicología positiva vienen a apoyar y complementar las ya existentes. Gracias a la investigación teórica en torno a este área, el abanico de la intervención se verá ampliamente enriquecido. En este sentido, la relación de variables como el optimismo, el humor o las emociones positivas en los estados físicos de salud se alza como uno de los puntos clave de la investigación en psicología positiva. A lo largo de los próximos años es de esperar una gran cantidad de resultados empíricos que vayan dando forma a una nueva teoría de la psicología. La psicología positiva no esUn movimiento filosófico ni espiritual, no pretende promover el crecimiento espiritual ni humano a través de métodos dudosamente establecidos.
                                                                                                     
No es un ejercicio de autoayuda ni un método mágico para alcanzar la felicidad. No pretende ser un abrigo bajo el que arropar creencias y dogmas de fe, ni siquiera un camino a seguir por nadie. La psicología positiva no debe ser confundida en ningún caso con una corriente dogmática que pretende atraer adeptos ni seguidores, y en ningún caso debe ser entendida fuera de un riguroso contexto profesional. La psicología positiva esuna rama de la psicología que busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano, durante tanto tiempo ignoradas por la psicología. El objeto de este interés no es otro que aportar nuevos conocimientos acerca de la psique humana no sólo para ayudar a resolver los problemas de salud mental que adolecen a los individuos, sino también para alcanzar mejor calidad de vida y bienestar, todo ello sin apartarse nunca de la más rigurosa metodología científica propia de toda ciencia de la salud. La psicología positiva representa un nuevo punto de vista desde el que entender la psicología y la salud mental que viene a complementar y apoyar al ya existente.                                                               
                                                                           
RETOS PARA EL FUTURO
La psicología tiene que superar los conceptos centrados en la patología y crear una terminología positiva que complemente las abundantes expresiones negativas tan presentes en la psicología tradicional. Tiene también que crear nuevos instrumentos de evaluación, centrados en identificar las fortalezas del individuo, para así orientar la prevención y los tratamientos y potenciar el desarrollo personal de las personas. Y tiene que diseñar programas de intervención y técnicas dirigidas a desarrollar los valiosos recursos que las personas, los grupos y las comunidades sin duda poseen. El impacto de estos desarrollos no sólo tendrá efectos positivos individuales, también tendrá efectos sociales beneficios en un mundo complejo que constantemente plantea nuevos retos para sus habitantes. A lo largo de este número monográfico se pretende dar una visión general de algunas de las áreas de interés de la psicología positiva, así como un primer acercamiento al desarrollo de instrumentos válidos y fiables con los que trabajar.
  
EMOCIONES POSITIVAS
La mayoría de los investigadores que se han dedicado a estudiar las emociones se han centrado exclusivamente en las negativas y hasta cierto punto puede resultar lógico si consideramos que emociones como el miedo, la tristeza o la ira son señales de alarma que si se obvian sistemáticamente pueden generar problemas de una magnitud considerable. La tendencia natural a estudiar aquello que amenaza el bienestar del ser humano ha llevado a centrar el interés en aquellas emociones que ayudan a hacer frente a peligros o problemas inminentes. Además existen otras razones que explican el olvido al que han sido relegadas las emociones positivas en la ciencia. Las emociones positivas, por ejemplo, son más difíciles de estudiar, debido a que comparativamente son menos en cantidad que las negativas y a que son más difíciles de distinguir. Así, considerando las taxonomías científicas de las emociones básicas podemos identificar 3 ó 4 emociones negativas por cada emoción positiva. Ese balance negativo queda muy bien reflejado en el propio lenguaje cotidiano, de forma que cualquier persona tendrá siempre mayor dificultad para nombrar emociones positivas. También existen diferencias en cuanto a la expresión de unas y de otras. Así, las emociones negativas disponen de configuraciones faciales específicas y propias que hacen posible su reconocimiento universal (Ekman, 1989). Por el contrario, las emociones positivas no poseen expresiones faciales únicas y características. Incluso, a un nivel neurológico, las emociones negativas desencadenan diferentes respuestas en el sistema nervioso autonómico, mientras que las emociones positivas no provocan respuestas diferenciadas. Otra razón que explica el desequilibrio entre el interés científico por un tipo de emociones frente a otras podemos encontrarla en la propia forma de abordar su estudio. Así, cuando los investigadores se han aproximado al estudio de las emociones positivas, lo han hecho siempre desde el marco teórico propio de las emociones negativas. Desde esa perspectiva, las emociones están, por definición, asociadas a impulsos de acción. Las emociones negativas tienen un obvio valor adaptativo, representan soluciones eficientes a los problemas a los que se ha venido enfrentando el hombre desde sus orígenes. Sin embargo, el valor adaptativo de las emociones positivas es más complejo de explicar y durante años ha sido ignorado. Pero si realmente tuvieran poco valor, cabría preguntarse por qué han permanecido con nosotros a lo largo de miles de años de evolución.
¿Cuál es, por tanto, el valor adaptativo de las emociones positivas? Es posible responder a esta cuestión si abandonamos el marco teórico bajo el que entendemos las emociones negativas. Las emociones positivas resuelven problemas relacionados con el crecimiento personal y el desarrollo. Experimentar emociones positivas lleva a estados mentales y modos de comportamiento que de forma indirecta preparan al individuo para enfrentar con éxito dificultades y adversidades venideras (Fredrickson, 2001). Afortunadamente, en los últimos años, muchos expertos han comenzado a investigar y teorizar en este campo, abriendo una nueva forma de entender la psicología humana. Una de las teorías que de manera más sólida representan esta corriente es la desarrollada por Bárbara Fredrickson. Esta autora reivindica la importancia de las emociones positivas como medio para solventar muchos de los problemas que generan las emociones negativas y cómo a través de ellas el ser humano puede conseguir sobreponerse a los momentos difíciles y salir fortalecidos de ellos. Según este modelo, las emociones positivas pueden ser canalizadas hacia la prevención, el tratamiento y el afrontamiento de forma que se transformen en verdaderas armas para enfrentar problemas (Fredrickson, 2000).

OPTIMISMO
El optimismo es una característica psicológica disposicional que remite a expectativas positivas y objetivos de futuro y cuya relación con variables como la perseverancia, el logro, la salud física y el bienestar (Peterson y Bossio, 1991; Scheier y Carver, 1993) han hecho de esta materia uno de los puntos centrales de la psicología positiva. El interés moderno por el optimismo nace de la constatación del papel jugado por el pesimismo en la depresión (Beck, 1967). Desde entonces son muchos los estudios que muestran que el optimismo tiene valor predictivo sobre la salud y el bienestar, además de actuar como modulador sobre los eventos estresantes, paliando el sufrimiento y el malestar de aquellos que sufren, tienen estrés o enfermedades graves (Peterson, Seligman y Vaillant, 1988). El optimismo también puede actuar como potenciador del bienestar y la salud en aquellas personas que, sin presentar trastornos, quieren mejorar su calidad de vida (Seligman, 2002). Desde un punto de vista evolucionista es considerado además como una característica de la especie humana selecciona por la evolución por sus ventajas para la supervivencia (Taylor, 1989). El sentido común nos dice que es positivo mirar al futuro con optimismo y numerosos trabajos empíricos apoyan esta idea. Así por ejemplo, estudios con población general muestran una clara tendencia del las personas a sobreestimar el grado de control que tienen sobre las situaciones (Langer, 1975), mientras que las personas deprimidas estimarían de forma muy precisa su grado de control real (Alloy y Abramson, 1979). Esta ilusión de control, junto con otros mecanismos, contribuyen a explicar por qué unas personas no se deprimen y otras sí. ¿Qué distingue a una persona optimista de una pesimista? ¿Es bueno ver la vida un poco mejor de lo que en
realidad es? ¿Los pesimistas son realistas y los optimistas viven de ilusiones? Estas y otras preguntas son las que pretenden ser resueltas con el estudio científico de esta materia. Así, el optimismo promete ser uno de los tópicos más importantes en la investigación en psicología positiva.

HUMOR
El libro “Anatomía de una enfermedad”, publicado en 1979 por el fallecido editor de revistas Norman Cousins, fue el primero en exponer ante el público una correlación entre el humor y la salud. Cousins describe cómo se recuperó de una enfermedad de los tejidos conjuntivos que normalmente suele ser irreversible mediante un tratamiento que incluyó, entre otras terapias, películas cómicas de los hermanos Marx. El humor y su manifestación externa más común, la risa, son un importante pilar de la investigación en psicología positiva. Aunque la idea de que la risa y el humor fomentan la salud no es nueva, es en las últimas décadas cuando han comenzado a proliferar terapias e intervenciones clínicas basadas en esta materia. La investigación científica ha demostrado que la risa es capaz de reducir el estrés y la ansiedad y mejorar así la calidad de vida y la salud física del individuo. El humor “sirve como una válvula interna de seguridad que nos permite liberar tensiones, disipar las preocupaciones, relajarnos y olvidarnos de todo”, afirma el Dr. Lee Berk, profesor de patología en la Universidad de Loma Linda, en California y uno de los principales investigadores en el mundo sobre la salud y el buen humor. En una serie de estudios examinó las muestras de sangre de sujetos antes y después de que vieran vídeos cómicos, y las comparó con las de un grupo que no vio los vídeos. Berk descubrió importantes reducciones en las concentraciones de hormonas de la tensión y un incremento en la respuesta inmune de quienes vieron los vídeos.

RESILIENCIA Y CRECIMIENTO POSTRAUMÁTICO
Vivir un acontecimiento traumático es quizá una de las situaciones que más transforma la vida de una persona. Sin quitar un ápice de la gravedad y horror de estas experiencias, no podemos dejar de resaltar que es en situaciones extremas cuando el ser humano tiene la oportunidad de volver a construir su forma de entender el mundo y su sistema de valores, tiene la oportunidad de replantear su concepción del mundo y de modificar sus creencias, de manera que en esta reconstrucción puede darse, y de hecho se da en muchos casos, un aprendizaje y un crecimiento personal (Janoff-Bulman, 1992; Calhoun y Tedeschi, 1999). Sin embargo, la psicología tradicional ha tendido a asumir que todos los acontecimientos traumáticos dejan heridas psicológicas en las personas y ha tendido a obviar el estudio de fenómenos como la resiliencia y el crecimiento postraumático, basados en la capacidad del ser humano de resistir y rehacerse frente a los embates de la vida. Resiliencia y crecimiento postraumático surgen como conceptos de investigación en la psicología positiva, a través de los cuales se pretende determinar por qué algunas personas consiguen aprender de sus experiencias e incluso encontrar beneficios en ellas. La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aún habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura científica actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad. Acontecimientos como los últimos atentados terroristas vividos en Nueva York y en Madrid pueden proporcionar una buena base científica sobre la que analizar estos fenómenos y aunque todavía es enormemente superior la cantidad de estudios dedicados al trastorno de estrés postraumático, se han realizado algunos centrados en emociones positivas, afrontamiento y resiliencia.

CREATIVIDAD
La creatividad es la capacidad de crear, de producir cosas nuevas. Es la capacidad que tiene el cerebro humano para llegar a conclusiones e ideas nuevas y resolver problemas de una forma original. En su materialización puede adoptar formas artísticas, literarias, científicas, etc., y también puede desplegarse en el campo de la vida diaria, mejorando la calidad de la misma. Esto último probablemente no deje una huella en la historia de la humanidad, pero en esencia es lo que hace que la vida merezca la pena (Csickszentmihalyi, 1996). La creatividad es, por tanto, considerada como un proceso clave para el desarrollo personal y para el progreso social y por ello se incluye de lleno dentro del campo de interés de la psicología positiva. Sin embargo, el potencial de este hecho se ve disminuido cuando se asume generalizadamente que la creatividad es una característica diferencial dicotómica que unos tienen y otros no. Las investigaciones sobre creatividad han contribuido a fomentar esta creencia porque durante años han estado centradas el enfoque de rasgos, es decir, en identificar las características de personalidad (estables y poco modificables) de las personas creativas. Como resultado, algunas otras áreas importantes han sido descuidadas, como por ejemplo el estudio de los contextos físicos y sociales en los que las personas creativas han desarrollado sus producciones o el estudio de las habilidades específicas que han aprendido. Además, se ha asumido que la creatividad no puede ser alterada y que las personas creativas pueden producir trabajos creativos a todas horas y en todos los campos.
A la luz de la investigación actual, ninguna de estas suposiciones parece ser totalmente cierta. Hoy entendemos que la creatividad no depende exclusivamente de rasgos estables de personalidad, sino que resulta de una constelación particular de características personales, habilidades cognitivas, conocimientos técnicos, circunstancias sociales y culturales, recursos materiales y también de suerte (Amabile, 1983; Csikszentmihalyi, 1996; Sternberg y Lubart, 1995). La creatividad puede ser desarrollada y fomentada en todos los campos de la vida y puede ser considerada también como otro de los recursos de las personas para afrontar circunstancias adversas. Cualquier persona, además, puede desarrollar su potencial creativo y mejorar la calidad de su vida diaria, y ello, aunque el resultado final no dé lugar a descubrimientos trascendentales para la humanidad o a realizaciones unánimemente valoradas.