El premio nobel de economía, John Forbes Nash, solía decir:”Con cada nuevo intento, me acerco más al éxito.” Esto es algo que saben las personas que han logrado sus objetivos con esfuerzo, trabajo y tiempo, invertidos en aquello que han decidido alcanzar. Lo que tú puedas ver ahora como un fracaso, en realidad es tan solo un intento. Y la intención tiene más valor y poder del que imaginas.
¿Te asusta intentarlo?
Todos tenemos un dialogo interno que nos asalta cuando menos lo esperamos. Es una voz interior que nos recuerda que tenemos miedo o simplemente nos devuelve la sensación de decepción, de fracaso. Según el psiquiatra Wayne W. Dyer, esta voz interior es el ego, que habitualmente se centra en tus carencias; en las circunstancias negativas; en la duda; en el pasado; incluso en las opiniones ajenas.
Seguramente, cuando escuchas a tu ego, te sientes cansado y sin ánimo para continuar. Estás permitiendo que sea él quien dirija la situación, ejerciendo un control sobre ti. Sabemos que los pensamientos poseen frecuencia energética. Los negativos que proceden del ego, tienen esta frecuencia muy baja y lo que provocan son sensaciones físicas, psicológicas y emocionales que te debilitan energéticamente y, lo que es aún peor, te arrancan la ilusión de plano, restándote felicidad y empuje, provocando un miedo interior que te paraliza. Hay una frase anónima que dice: “No intentar algo por miedo al fracaso es como suicidarse por miedo a morir”.
Intenta coger un lápiz
En mis cursos de coaching para el éxito, suelo proponer un ejercicio a mis alumnos para que aprendan a valorar cada uno de sus intentos y la intención en general.
Les pido que “intenten coger un lápiz”, que he dejado previamente sobre la mesa. Casi todos lo hacen sin problema, pero se sorprenden cuando les explico que lo que han hecho ha sido “coger” el lápiz, pero en el ejercicio yo les pedía que “intentaran cogerlo”. Es curioso, pero casi nadie es capaz de ver la diferencia y todos van por él. Esto es porque el hecho de coger un lápiz es algo bastante fácil que no requiere ningún esfuerzo. Pero cuando lo que queremos hacer es más complicado, requiere de nuestro trabajo continuo y de un esfuerzo mucho mayor que el habitual, es importante diferenciar el intento del logro, para así valorar cada uno según su justa medida. Intentar no significa siempre conseguir pero es igual de importante y necesario.
Valora tus intentos
Los obstáculos son oportunidades para poner en práctica tu propósito firme de lograr lo que deseas. Esto significa estar en paz contigo mismo y disfrutar de cada paso que das en el camino. Comprender que el intento tiene un valor real, es necesario para darte cuenta que continuar es la mejor forma de alcanzar tu objetivo.
Cuando un bebe empieza a andar, se cae mil veces hasta que se mantiene en pie y consigue dar sus primeros pasos. Sin cada caída, sería imposible que aprendiera como levantarse de nuevo. Es la primera vez que utiliza esa pequeña parte de su cuerpo, nunca nadie le ha enseñado como hacerlo, y sin embargo, no se da por vencido. Se toma cada caída con tranquilidad, sin asustarse y sin rendirse. No conoce la decepción; es como si intuyera que es así como debe hacerlo. Lo mismo ocurre cada vez que tú intentas algo. Cada uno de tus intentos tiene gran valor y es así como debes tomarlos. No son fracasos, sino pasos sin los cuales sería imposible tu aprendizaje.
Donde está la intención
Volvemos de nuevo con Wayne W. Dyer. En su libro el poder de la intención, el psiquiatra habla sobre lo que creen algunos autores, creadores y científicos sobre la intención. Los investigadores piensan que nuestra imaginación, creatividad e inteligencia, interactúan con nuestras intenciones, sin necesidad que sean pensamientos. Es como si toda la fuerza y la información que necesitamos cuando decidimos intentar hacer algo, se localizara en algún lugar al que podemos acudir cuando lo necesitamos. Efectivamente, durante siglos la religión nos ha hablado de esto, dándolo un gran valor al rezo y a la oración. La respuesta a “donde se encuentra físicamente la intención” no existe, porque en el universo todo lleva una intención intrínseca. Desde un elefante hasta una mariposa, pasando por una flor o una silla, todo tiene un propósito que, además está conectado y enlaza perfectamente con los demás seres humanos que les rodean.
La misión de la vida
Puede resultarte un poco abstracto el hecho de creer que todos tenemos una misión en la vida, incluido tú. Sin embargo, parece que hay más pruebas de ello a medida que los investigadores van descubriendo los secretos de la vida. Existe lo que algunos científicos llaman “el tirón de futuro”, que está plasmado en el ADN de cada uno de nosotros. Es una forma de decirlo, pero es como si tu intención hubiese sido decidida y grabada en ti, incluso antes de su nacimiento. En el momento de tu concepción, la intención es lo que dirige el proceso de crecimiento del feto, la estructura del cuerpo, los rasgos físicos, el desarrollo, incluso el envejecimiento, ya están dispuestos desde el momento mismo de la concepción. Por eso, es fácil creer que si todo eso ha sido implantado desde el principio del proceso, ocurre lo mismo con lo que seremos al crecer y desarrollarnos. Es justo pensar que nuestra aportación a la vida viene dada también desde ese momento. Por supuesto que está en ti la decisión de cambiarla, y el libre albedrio se refiere a eso precisamente, pero todo esto muestra que tienes una misión que cumplir en este mundo y que es importante que la valores y la tengas en cuenta, hasta conseguir desarrollarla y dedicarte a ella durante el resto de tu vida.
¿Cuál es tu misión?
¿Cuál es tu misión?
Es posible que te guste hacer muchas cosas distintas, pero seguramente sólo una de ellas la consideras como la principal. El hecho de que seas feliz haciéndolas, más que con ninguna otra cosa, no es una señal del todo convincente de que estás ante tu misión en la vida. Sin embargo, quizá sientes que no puedes dedicarte a ella. Habrás escuchado muchas veces cosas como que tienes que ganarte la vida, que el dinero no viene, haciendo lo que a uno le gusta y tienes que ser realista. Es curioso, pero las personas que hacen realidad sus sueños son absolutamente realistas, seguramente más que las demás, pues creen en su realidad y no en una ajena o imaginada. Cada uno de nosotros tiene su propia realidad. Crea la tuya siguiendo tu propósito en la vida. Atrévete a intentarlo.