"Yo no pretendo enseñarte lo que es el mundo me falta también, pero vale la pena disfrutar cada día con mas Flow. Di lo que sientas, has lo que piensas, da lo que tengas y no te arrepientas. Serás del tamaño de tus pensamientos, no te permitas fracasar y sino llega lo que esperabas no te conformes jamás te detengas... No te límites por lo que digan, sé lo que quieras, pero sé tu mismo, y ante todas las cosas nunca te olvides de Dios".

sábado, 31 de diciembre de 2011

Mirar el mundo con benevolencia

La palabra benevolencia proviene del latín bene volens, que designa el hecho de querer hacer el bien. Se origina a partir del modo en que miramos el mundo y a los demás. Esta mirada puede ser negativa o indiferente, pero también puede ser positiva: Una mirada acogedora hacia el otro, basada en un proceso psíquico activo con el que buscamos, en primer lugar, los lados buenos de las personas; o las causas de sus comportamientos, si lo primero nos plantea algún problema. En la benevolencia influyen, sin duda, nuestros otros estados de ánimo: Si nos va mal, si nos sentimos fracasados y tristes tenderemos seguramente a sentir desconfianza, a ver malevolencia y, antes que nada, al lado negativo de hecho o en potencia de nuestros interlocutores. Por el contrario, si nuestros estados de ánimo son positivos y optimistas nos facilitarán una mirada benevolente sobre el mundo: Es el mecanismo de proyección descrito por los psicoanalistas, que nos recuerda que nuestra visión  del mundo depende tanto de nuestros sentidos internos como del mundo exterior. Así pues, la felicidad facilita la benevolencia, pero esta relación también es efectiva en el otro sentido: La benevolencia favorece tanto a nuestro espíritu como a nuestro cuerpo. Hace mucho que los cardiólogos demostraron que las emociones hostiles (Juzgar a los demás siempre negativamente y cultivar el resentimiento o la irritación hacia ellos) eran perjudiciales para el corazón: Cuanto más en discordia está una persona  con sus semejantes, más daño hace a sus coronarias, además de hacérselo a quienes rechaza o agrede. Y al contrario, las investigaciones recientes de la psicología positiva  demuestran que cuanto más practiquen las personas la benevolencia, más probabilidades tendrán de sentirse feliz y también de fortalecer su sistema inmunitario y su salud en general.


Esta claro que los malhumorados o cascarrabias se opondrán con diversos argumentos a estas investigaciones. El argumento más usado es el del realismo. “No soy negativo, simplemente veo el mundo como es”. Pero esto no es cierto, ven el mundo como lo sienten, y dado que a menudo albergan estados de ánimo negativos, se centran en los aspectos oscuros o defectuosos del mundo y de las personas. Esos aspectos existen, sin duda, pero afortunadamente hay otros mas valiosos.
Un segundo argumento es el de la ingenuidad:”La vida es una jungla y no te regalan nada”. Ciertamente, la benevolencia no debe transformarse en ceguera, pero tampoco desembocar en pasividad, no nos impide reaccionar. Esto quiere decir que la benevolencia nos ayudará a cambiar los comportamientos en lugar de hacer daño a las personas.
Aunque nuestra benevolencia esté transitoriamente adormecida, porque así lo requiera la situación, la visión del mundo asociada a este sentimiento permanecerá y guiará nuestras acciones. Seguiremos pensando que en  toda persona hay cosas buenas. Persistirá el deseo de amar y ser amado, de ayudar y recibir ayuda. Mostrarse benevolente es permitir que esas dimensiones emerjan y se expresen en los demás. Es estar convencido de que todo el mundo puede cambiar, y de que ese cambio se obtendrá mejor con la confianza puesta en la bondad de cada persona. Ese poder de la benevolencia ya fue descrito por Gandhi. “La no violencia, en su forma activa, consiste en una benevolencia hacia todo lo que existe. Es el amor puro”. Y Gandhi demostró que la no violencia y la benevolencia pueden provocar grandes cambios. 


Hay que resaltar que la benevolencia no es solo un ideal, también en una práctica cotidiana. Como señalaba en su Diario el escritor francés Jules Renard, “se puede ser  benevolente con la humanidad en general, y terrible con cada individuo”. Dicho de otra forma, hay quién toma la benevolencia como una regla, pero multiplica las excepciones: ¿”Ser benevolente? De acuerdo,  pero no con aquellos que me irritan, que no piensan como yo, que no se parecen a mí, que me han trato mal en el pasado…” La benevolencia no debe o al menos no demasiado tener condicionantes: Querer solo a los demás solo si se comportan bien, si nos hacen el bien, sería demasiado fácil!! 
Intentemos ser benevolentes no porque nuestros interlocutores sean buenos o perfectos, sino justamente porque no lo son, o no siempre. ¿No es fácil? Evidentemente, puesto que tarde que temprano, los demás van a decepcionarnos. Y nosotros a ellos. Así  que, ¿Por qué no tratar de ser benevolentes? No todo el tiempo, sino de vez en cuando. ¿Y si observamos el efecto que esto produce en nosotros y en los demás?. ¿Empezamos ahora mismo? .

jueves, 22 de diciembre de 2011

Desintoxicación Emocional

Entre nuestro cuerpo físico y nuestra mente, conectándolos  y envolviéndolos. Se encuentra el territorio misterioso de las emociones. Las emociones se expresan a través de nuestro cuerpo, de nuestros gestos de nuestras miradas, de nuestras lágrimas o palabras; también están conectadas con la mente, con  nuestros pensamientos, nuestra concepción del mundo y de las personas.
Somos  burbujas de energía vital en un movimiento constante de contracción y expansión de carga y descarga. La energía penetra en nuestro organismo a través del aire, del agua y de los alimentos. Y cuando asimilamos los nutrientes y el oxígeno, expulsamos todo aquello que no necesitamos o que nuestro cuerpo no puede asimilar. Esa función de eliminación de sustancias sobrantes o perjudiciales es fundamental para la salud. Nos alimentamos gracias a los nutrientes que extraemos de los alimentos, del aire y del agua, así como de ideas y pensamientos que entran en nuestro cerebro. Pero también nos alimentamos de sentimientos, de sensaciones, de corazonadas, de  inquietudes y estremecimientos… En definitiva, de emociones que entran, dejan huella y deben ser descargadas.

Concebida desde una perspectiva holística, la salud consistiría en armonizar estos tres aspectos: El físico, el mental y el emocional. Y así, de la misma forma que ciertas sustancias contenidas en el aire que respiramos, una  vez que cumplen su trabajo oxigenando las células, deben expulsarse, las ideas deben comunicarse; los sentimientos, compartirse, y las emociones, expresarse. Pero todos estos procesos vitales no se producen por separado.
Cuerpo, mente, corazón y espíritu forman un todo y funcionan entrelazados, de modo que nuestro estado de ánimo influye sobre nuestra dieta, el ejercicio o el reposo afectan a nuestras ideas, los sentimientos positivos o negativos influyen y determinan nuestra salud. El organismo funciona como una unidad compleja, de modo que un golpe o una herida no solo nos produce  dolor físico sino también sufrimiento, angustia y temor. Y un proceso traumático agudo, como la muerte de un ser querido, puede desatar graves problemas de salud físicos.  Sin embargo, estos procesos también funcionan  en sentido positivo. El filósofo griego Heráclito calificaba de “acciones sagradas” a la risa, al bostezo y al estornudo, todas ellas descargas vitales. Junto con el llanto, el jadeo, el temblor, los gritos o los estiramientos, son procesos curativos: El  bostezo equilibra la relación oxígeno- dióxido de carbono en la sangre y elimina tensiones físicas  y psíquicas; el suspiro estimula la respiración e impulsa el flujo sanguíneo hacia el corazón; estornudar o toser limpia las vías respiratorias; la risa es tonificante, relajante y da elasticidad al diafragma si se halla bloqueado por tensiones; llorar, cantar, gritar, soplar, silbar… Son formas de entrenamiento respiratorio que relajan y producen elasticidad.

Desgraciadamente, vivimos en una sociedad que favorece la carga y ofrece pocas ocasiones para la descarga. Las sociedades consumistas representan un estímulo psícoemocional y físico constante en el que parece que no hay lugar para el descanso, la descarga, la relajación y la expresión adecuada de emociones. Esta situación hace  que la  burbuja que somos esté siempre en permanente tensión, lo que favorece la multiplicación de problemas de salud física, psíquica y emocional. El higienismo nos aporta claves interesantes para comprender los mecanismos  de autocuración y limpieza que actúan en el plano físico, mental y emocional: Consumir alimentos sanos  y naturales, respirar aire puro y combinar adecuadamente ejercicio y reposo. Es muy importante que busquemos espacios para aplicarlas también  en el terreno de las emociones y los pensamientos.
El mecanismo vital de nuestra respiración es un buen punto de partida para iniciar nuestra higiene emocional: Observar nuestra forma de respirar  y hacernos conscientes  de los patrones que hemos automatizado y que pueden alterarla o bloquearla. Una forma de entrenar una respiración saludable es dedicar un tiempo a  realizar lentamente las cuatro fases del acto respiratorio: Inspirar profundamente, retener  el aire para que se movilicen los alvéolos pulmonares y se estimule la circulación, espirar vaciando los pulmones, y hacer una pausa antes de la inspiración siguiente. Cuanto más ralenticemos estas fases, más profunda y completa será la respiración.

Potenciar la carga positiva es el primer paso para reducir la entrada de tóxicos. Podemos conseguirlo con actividades sencillas: Contemplar paisajes que nos trasmiten paz, calma o relajación; o que nos estimulen y nos ayuden a explorar una gama más extensa y sutil de emociones; leer escritos positivos, escuchar piezas musicales armoniosas y bellas, contemplar imágenes  artísticas que transmitan armonía  y serenidad; visionar documentales o películas optimistas…. Aprendiendo nuestras reacciones y explorando territorios desconocidos contrarrestaremos la carga negativa que nos invade a diario
 Permitir y facilitar la descarga es la actitud correcta ante la necesidad que el organismo tiene de exteriorizar, expulsar, expresar. Si bloqueamos o entorpecemos estos desahogos, solo conseguiremos acumular los tóxicos con las inevitables consecuencias perjudiciales para la salud. Lo mismo sucede cuando nos obligamos a tranquilizarnos o nos piden que no gritemos, incluso si lo hacen con amabilidad. Los tóxicos acumulados terminaran desencadenando una crisis de limpieza cuando el organismo no puede contenerlos por más tiempo. En el plano físico, esa crisis puede consistir en vómitos, diarreas y gripe, o cualquiera de las llamadas “enfermedades agudas”  desde la óptica medica. En el plano emocional serán berrinches, gritos, llantos, ataques de risa. Si reprimimos estas crisis, transformaremos problemas agudos o puntuales en problemas crónicos, forzaremos al organismo a aceptar un estado permanente de desequilibrio, contención, descontento o angustia.
Escuchar  puede ayudar a otros a descargar emociones. Desde que nacemos, nuestro entorno parece pensado para bloquear nuestras expresiones espontáneas y, posteriormente, reproducimos ese comportamiento con nuestros hijos. Si en lugar de relacionarnos con los niños con frases hechas que buscan nuestra comodidad  “no llores, no grites, no te muevas…”, hacemos un esfuerzo sincero y positivo por escuchar tanto sus inquietudes, dudas, proyectos y necesidades, como sus enfados, criticas, berrinches y pataletas…, contribuiremos al desarrollo de su salud  psíquica y emocional, y les ayudaremos a ser personas más equilibradas y libres, capaces de expresarse, más maduras y, en definitiva, más sanas.

El arte de escuchar supone aprender a estar juntos a otra persona. Niño – adulto y hacer que se sienta apoyada sin juicios, escuchada sin análisis ni interpretaciones. También  es recibir los gritos, el enfado, la frustración, sin acallarla, atendiendo con respeto, ofreciendo confianza sin tratar de calmar, sin dar consejos, sin empeñarnos en resolver el problema; abrazándola o tomándola de la mano, si eso la ayuda a confiar en nosotros y a expresarse libremente.
Escribir es una forma muy especial de expresar emociones. De hecho, esa ha sido siempre  la función de los diarios íntimos: Allí podemos expresar espontáneamente nuestras inquietudes y experiencias, nuestros sueños y proyectos. También existen formas dirigidas o regladas para escribir con el propósito expreso de hacer limpieza emocional, por ejemplo el “Diario intensivo” de Ira Progoff, que propone una serie de ejercicios sistematizados para conectar con el Yo profundo: Escribir sobre acontecimientos claves, sobre el pasado, el presente, las encrucijadas, las personas, el trabajo, la sociedad, la filosofía de vida, valores y sueños. Y todo esto siguiendo unas reglas mínimas: Reservar un momento de tranquilidad y silencio para escribir, comprometerse a ser sinceros y espontáneos en lo que se escribe, centrarse  en acontecimientos internos y tener prohibido juzgar, analizar, censurar o interpretar.
Existe también un ritual simple y radical que consiste en escribir y, a continuación, quemar lo escrito para así, desterrar pensamientos o emociones perniciosas. Así mismo, innumerables actividades artísticas o artesanales pueden completarse con la práctica del yoga o la meditación: Cantar, bailar, hacer teatro, pasear por la playa o por el campo, bordar, pintar, hacer un pastel… Cada cual puede buscar la forma que mejor se adapte a sus necesidades y habilidades. En cualquier caso, lo que importa es que esos pensamientos y emociones salgan, combinando la exploración interior, incluidos nuestros resquicios más oscuros, el desahogo emocional y la comunicación con el mundo exterior.
 

domingo, 4 de diciembre de 2011

El Abecedario del Amor


A, de aprecio. Apreciar al ser que se ama es darle su valor, es considerarlo digno de afecto y de reconocimiento.
B, de búsqueda. El amor es una continua búsqueda del bien para el ser amado. Para ello es preciso conocerlo, descubrir su riqueza interior, encontrar los medios para su crecimiento y desarrollo hacia la plenitud de su ser.
C, de coherencia. Decir lo que se piensa y vivir lo que se dice, eso es la coherencia. Vivir y tratar de vivir siempre lo que se promete es ser coherente.
D, de diálogo. El amor es comunicación. Es el encuentro íntimo de dos personas, el diálogo constante de dos mentes, dos voluntades, dos corazones... dos cuerpos.
E, de esperanza y entrega. Así como el amor produce esperanza, confianza en el otro y en el futuro de los dos, la falta de éste causa apatía, desinterés, desconfianza y desaliento. El amor es entrega porque es ponerse en manos del otro, regalándose y dedicándose a él.
F, de fiel y fecundo. Ser fiel es ser leal con el otro. Además el amor es fecundo porque produce y se reproduce, mientras que el egoísmo destruye y acaba con la dignidad del otro.
G, de generoso. La generosidad implica nobleza y sinceridad, implica darse sin medida, sin conveniencias.
H, de humilde y honesto. El amor no es egoísta ni soberbio sino humilde servicio a la persona amada, reconociendo en ella un don digno de ser cuidado con lo mejor de uno mismo.

I, de invitación. El amor es una invitación a crecer en todos los aspectos, es invitar al otro a ser mejor, es ofrecer un camino de realización personal.
J, de joven. No consiste tanto en la edad corporal, cuanto en un estado de vitalidad y renovación interior, aunque esta palabra se use más por determinar una época de la vida que para otra cosa. Por eso el amor es joven por ser y tener que ser siempre nuevo.
L, de luz. Luz en el amor significa saber iluminar y guiar la vida de la persona amada.
LL, de llamado. En el amor existe un llamado constante a la persona amada para que sea luz, y a la vez es una llamada personal a ser luz para nuestra pareja.




M, de movimiento y meta. El amor es dinámico, es actividad continua en bien del otro, es esfuerzo efectivo para edificar su personalidad, implica variedad en sus manifestaciones y evita la rutina en el transcurso del tiempo. Meta, además, porque el amor en sí es un gran objetivo por alcanzar.
N, de núcleo. El amor es el núcleo de la vida misma. Hay un dicho que dice así: 'el que no ama, no vive', porque el ser humano está llamado a amar y amando es como construye la vida, crece en su personalidad y a la vez ayuda a crecer al otro.
O, de optimista. El amor no puede dejar de ser optimista, aunque no deje de ser realista. El optimismo implica la esperanza y la ilusión de un futuro mejor para sí y para la persona amada.
P, de perseverancia. Es tener firmeza y constancia en mantener lo prometido. De nada sirve emprender un camino si no se llega al término del mismo.
Q, de Querer. Amar es querer con la fuerza de voluntad más que con los sentimientos. Es la expresión más auténtica de la decisión libre y personal de buscar el bien del otro.
S, de sacrificio y de silencio. El amor exige el sacrificio entendido como ofrenda, como don, y esto implica callar el propio egoísmo, sin dejar de exigir lo que en justicia corresponde.
T, de trabajo. El amor no puede dejar de ser trabajo, acción continua, esfuerzo constante por lograr su culminación en cada instante, no sólo al final de la vida.
U, de único y universal. El amor es único porque no es repetible, y al mismo tiempo es universal porque es común a todos y dirigido hacia todos.
V, de valiente. Para amar se necesita mucho valor, se necesita 'garra' y valentía frente a una mentalidad adversa, que ha desvirtuado el sentido del amor y lo ha convertido en una expresión más del egoísmo.
Z, de zumo. El amor es el jugo de la vida, es lo que da sabor a la lucha y al esfuerzo diario, es el alimento de la propia historia.


A continuación Ricardo Arjona nos muestra a través de su canción, un claro ejemplo de lo que sucede cuando nos olvidamos de poner en practica  este abecedario, dando paso paradógicamente a otra forma de definir y sentir  el amor, si es que puede llamarse amor. Juzguen ustedes!!