Esto suena a la publicidad de "Mapfre seguros" (1ª seguradora Española). Pero No es así, estos se llaman casos de vida la real, y no estamos excentos de que nos corresponda súbitamente desempeñar la tarea de cuidar a familiares o amigos que dadas las circunstancias, desafortunadamente no puedan volver a valerse por sí mismos. Por eso este post va dedicado a todas aquellas personas, que cuidan de personas. Para motivarlas positivamente y reconocerles en voz alta tan importante labor que realizan, a la vez que facilitarles algunas recomendaciones, porque hay que tener en cuenta que para cuidar, debemos cuidarnos también.
Isabel de 52 años de edad, lleva un año cuidando de Juan, su marido, afectado por una enfermedad degenerativa. Sus 4 hijos viven en la misma ciudad, pero debido a cuestiones laborales sólo pueden hacerse cargo de su padre los fines de semana. Aunque ella desde un principio asumió el cuidado como algo natural y voluntario, lo cierto es que, desde hace unos meses, lo que comenzó como una nueva etapa en su vida se ha convertido en una misión imposible. “Al principio me organizaba bien, de hecho, les dije a mis hijos que no tenían que preocuparse, que yo podía sobrellevar la carga, ya que no trabajo desde hace años y disponía de tiempo suficiente. Pero ha llegado un momento en el que me siento agotada, física y psicológicamente. Cuidar de una persona 24 horas al día, siete días a la semana, los 365 días del año… es Agobiante. Llega un momento en el que flaqueas y te encuentras en una espiral sin salida”. Según los especialistas, situaciones como la de Isabel son muy habituales, ya que cuidar es un acto generoso que tiene una dosis de recompensa, pero si no se planifica puede acabar minando hasta los más fuertes.
El factor emocional es clave
Aunque se trata de una conducta natural, lo cierto es que algunas enfermedades, especialmente las crónicas, exigen una dedicación exclusiva a los familiares más cercanos. María Jesús Alarcón, psicóloga clínica y psico-oncóloga de la Asociación Española de afectados por Linfomas, Mielomas y Leucemias (AEAL), explica que “en el transcurso de nuestras vidas, inevitablemente, ejercemos ambos roles, el ser cuidado y el ser cuidador. Sin embargo, aprender a ser cuidadores no es algo automático. No se puede perder de vista el doble reto que supone cuidar: Por un lado satisfacer las necesidades físicas y emocionales del paciente y, por otro, mantener en funcionamiento familiar con normalidad”. Por este motivo, como le sucede a Isabel, no es extraño que estas personas sufran alteraciones emocionales como estrés, ansiedad, tristeza profunda o, en algunos casos, depresión. Dejar el trabajo en manos de la improvisación o del azar puede tener consecuencias fatales. “Al principio cuando le diagnosticaron la enfermedad a mi marido, viví una especie de shock, estaba muy angustiada. Después empecé a dormir mal, dejé, de comer bien y más tarde me invadió la tristeza. Hace unas semanas, cuando noté que caía en picado, fui al médico y comencé un tratamiento antidepresivo”, comenta. En este sentido, Alarcón explica que “lo ideal sería plantearnos cuestiones antes de ser cuidadores, pero suele ocurrir que es una situación repentina y no planificada. Y cuando se trata de un ser querido, mantener el equilibrio emocional es a veces una tarea de titanes: Sufrimos cuando le dan el diagnóstico, durante los tratamientos, por el proceso mismo y pos sus silencios”.
Según María Jesús Luzán, presidenta de la Asociación de Cuidadores Familiares, “el 62% de los cuidadores presentan depresión establecida, sin diagnosticar y sin tratar. Generalmente aprenden a realizar la labor con la técnica ensayo/error, eso genera mucho malestar, ansiedad y frustración. Todos creemos que podemos asumir ese trabajo sin dejar las obligaciones que teníamos hasta entonces. Y al principio funciona, pero después nos rompemos”. Esto fué lo que le ocurrió a María hija única de 34 años, que hace unos meses tuvo que asumir el cuidado de su padre, enfermo de cáncer. Después de meses entregada por completo a esta tarea, tuvo que aceptar que su supuesta fortaleza ante las adversidades había quedado tan reducida que necesitaba apoyo. “empecé a faltar al trabajo, cada día era como una gincana que asfixiaba. Adoro a mi padre y quería ayudarle pero estaba desorientada y empecé a sentirme tan débil que no era capaz de darle ánimos. Había caído en una depresión pero no lo sabía, hasta que un día un amigo médico me recomendó que fuese al psicólogo. Ahora tengo claro que para cuidar primero hay que cuidarse uno mismo, aprender a delegar y, en la medida de lo posible mantener tu propio espacio”. Como indican los expertos, atender nuestras necesidades no es desatender al enfermo, sino ayudarlo.
Síndrome del cuidador
Dificultades para conciliar el sueño, agotamiento, sentimiento de angustia… Son tan sólo algunos de los trastornos del “síndrome del cuidador”, una alteración que afecta al 80% de las personas que prestan cuidados y asistencia a un enfermo dependiente. Los expertos aconsejan tener en cuenta varios aspectos: “Es importante informarse de cómo atender los cuidados físicos del paciente, qué material o medicación tener, saber cómo actuar si hay una urgencia y conocer cómo cuidarnos nosotros mismos. Además, entrenarse en alguna técnica reductora de la ansiedad, como la relajación, la hipnosis o el yoga, aumenta la resistencia al estrés”, explica María Jesús Alarcón. Según la experta, sentir que somos útiles y podemos acompañar y aliviar al enfermo convierte en POSITIVA una tarea que se por sí es muy dura y difícil.
Éste es el caso de Antonio, de 47 años, que lleva dos años encargado de su hija menor, que quedó en silla de ruedas tras sufrir un accidente automovilístico. Desde un principio planificó todo con su mujer, Andrea, y empezaron lo que ellos mismos denominan “una nueva etapa”. “Desgraciadamente, un familiar cercano había pasado por una situación similar, así que no dudamos en seguir su ejemplo. Además, dentro de todo lo malo son muchos los amigos y seres queridos que han demostrado su apoyo incondicional, y hemos afirmado nuestra escala de valores. Aunque resulte extraño, sentimos que somos algo más afortunados de lo que creíamos.”
Recomendaciones
1. Organizar el tiempo y valorar la posibilidad de apoyo por parte de otras personas o, si resulta necesario, conocer, conocer las diferentes opciones de cuidado profesional. Además buscar apoyo emocional es siempre una buena opción.
2. Reservar un tiempo al día para descansar o realizar aquellas actividades que realizábamos antes. Así como mantener el contacto con familiares y amigos. Dormir lo suficiente y alimentarse
de manera adecuada. Asimismo realizar ejercicio físico de forma regular puede ayudarnos a estar mejor.
de manera adecuada. Asimismo realizar ejercicio físico de forma regular puede ayudarnos a estar mejor.
3. Antes de desarrollar nuestro papel de cuidadores. Debemos plantearnos varios aspectos: Cómo podemos atender al paciente, qué podemos hacer si surge una situación de emergencia, qué actitud debemos mantener para no descuidarnos a nosotros mismos…
4. El factor emocional resulta clave, y puede dificultar nuestra intervención. Es muy importante reflexionar sobre los beneficios que puede aportarnos el cuidado.
5. Cómo mediadores debemos mostrarnos comunicativos con el enfermo, pero también expresar nuestros sentimientos y nuestras necesidades.