La palabra benevolencia proviene del latín bene volens, que designa el hecho de querer hacer el bien. Se origina a partir del modo en que miramos el mundo y a los demás. Esta mirada puede ser negativa o indiferente, pero también puede ser positiva: Una mirada acogedora hacia el otro, basada en un proceso psíquico activo con el que buscamos, en primer lugar, los lados buenos de las personas; o las causas de sus comportamientos, si lo primero nos plantea algún problema. En la benevolencia influyen, sin duda, nuestros otros estados de ánimo: Si nos va mal, si nos sentimos fracasados y tristes tenderemos seguramente a sentir desconfianza, a ver malevolencia y, antes que nada, al lado negativo de hecho o en potencia de nuestros interlocutores. Por el contrario, si nuestros estados de ánimo son positivos y optimistas nos facilitarán una mirada benevolente sobre el mundo: Es el mecanismo de proyección descrito por los psicoanalistas, que nos recuerda que nuestra visión del mundo depende tanto de nuestros sentidos internos como del mundo exterior. Así pues, la felicidad facilita la benevolencia, pero esta relación también es efectiva en el otro sentido: La benevolencia favorece tanto a nuestro espíritu como a nuestro cuerpo. Hace mucho que los cardiólogos demostraron que las emociones hostiles (Juzgar a los demás siempre negativamente y cultivar el resentimiento o la irritación hacia ellos) eran perjudiciales para el corazón: Cuanto más en discordia está una persona con sus semejantes, más daño hace a sus coronarias, además de hacérselo a quienes rechaza o agrede. Y al contrario, las investigaciones recientes de la psicología positiva demuestran que cuanto más practiquen las personas la benevolencia, más probabilidades tendrán de sentirse feliz y también de fortalecer su sistema inmunitario y su salud en general.
Esta claro que los malhumorados o cascarrabias se opondrán con diversos argumentos a estas investigaciones. El argumento más usado es el del realismo. “No soy negativo, simplemente veo el mundo como es”. Pero esto no es cierto, ven el mundo como lo sienten, y dado que a menudo albergan estados de ánimo negativos, se centran en los aspectos oscuros o defectuosos del mundo y de las personas. Esos aspectos existen, sin duda, pero afortunadamente hay otros mas valiosos.
Un segundo argumento es el de la ingenuidad:”La vida es una jungla y no te regalan nada”. Ciertamente, la benevolencia no debe transformarse en ceguera, pero tampoco desembocar en pasividad, no nos impide reaccionar. Esto quiere decir que la benevolencia nos ayudará a cambiar los comportamientos en lugar de hacer daño a las personas.
Aunque nuestra benevolencia esté transitoriamente adormecida, porque así lo requiera la situación, la visión del mundo asociada a este sentimiento permanecerá y guiará nuestras acciones. Seguiremos pensando que en toda persona hay cosas buenas. Persistirá el deseo de amar y ser amado, de ayudar y recibir ayuda. Mostrarse benevolente es permitir que esas dimensiones emerjan y se expresen en los demás. Es estar convencido de que todo el mundo puede cambiar, y de que ese cambio se obtendrá mejor con la confianza puesta en la bondad de cada persona. Ese poder de la benevolencia ya fue descrito por Gandhi. “La no violencia, en su forma activa, consiste en una benevolencia hacia todo lo que existe. Es el amor puro”. Y Gandhi demostró que la no violencia y la benevolencia pueden provocar grandes cambios.
Hay que resaltar que la benevolencia no es solo un ideal, también en una práctica cotidiana. Como señalaba en su Diario el escritor francés Jules Renard, “se puede ser benevolente con la humanidad en general, y terrible con cada individuo”. Dicho de otra forma, hay quién toma la benevolencia como una regla, pero multiplica las excepciones: ¿”Ser benevolente? De acuerdo, pero no con aquellos que me irritan, que no piensan como yo, que no se parecen a mí, que me han trato mal en el pasado…” La benevolencia no debe o al menos no demasiado tener condicionantes: Querer solo a los demás solo si se comportan bien, si nos hacen el bien, sería demasiado fácil!!
Intentemos ser benevolentes no porque nuestros interlocutores sean buenos o perfectos, sino justamente porque no lo son, o no siempre. ¿No es fácil? Evidentemente, puesto que tarde que temprano, los demás van a decepcionarnos. Y nosotros a ellos. Así que, ¿Por qué no tratar de ser benevolentes? No todo el tiempo, sino de vez en cuando. ¿Y si observamos el efecto que esto produce en nosotros y en los demás?. ¿Empezamos ahora mismo? .